Entramos en India a principio de noviembre. En la frontera
chocamos con su burocracia, lenta y
llena de papeleo, firmas y sellos. Además como venimos de su eterno enemigo,
nos hacen un registro exhaustivo.
A 30 km. de la frontera se encuentra Amritsar, que siendo una
ciudad relativamente pequeña en la India, tiene un millón y medio de
habitantes. Llegar hasta el centro con el camión, sorteando mercados y calles
repletas de vehículos es toda una aventura.
Esta ciudad es el centro espiritual del sijismo.
El templo dorado es el santuario más sagrado de la comunidad
sij. Es por si una ciudad dentro de otra y a él se accede por 18 puertas
fortificadas. Es obligatorio descalzarse y cubrirse la cabeza.
Fue construido entre 1589 y 1601 y se eleva como una magnifica
síntesis de la arquitectura musulmana e hindú. Es un recinto cuadrado con un
estanque central donde se bañan y se bautizan los sijs.
En el centro del estanque se alza el templo Harmandir Sahib,
donde se encuentra el libro santo. Esta construcción, hecha en mármol blanco y
revestida de oro, da nombre a este santuario.
La visita no se considera completa si no se come en el Guru ka
Lagar, un comedor gratuito donde se sirve un plato de lentejas y pan.
Regentado por voluntarios, el comedor puede alimentar hasta
10.000 personas al día. El enorme recinto, con capacidad para 3000 personas es
a su vez símbolo de la sociedad igualitaria, libre de castas, por la que tanto
lucharon los gurus.
Coincidimos con la celebración del Diwali, las casas se
iluminan con lámparas de aceite y se tiran petardos, en conmemoración del
regreso de Rama a Ayodhya tras 14 años de exilio. Nos insistieron mucho para
que nos quedáramos y visitáramos el templo por la noche. Fue un sorprendente
espectáculo.
Lo que más llama la atención al transitar por la India es la
multitud que siempre te rodea, esos 1300 millones de personas que todos los
días se echan a la calle.
Como consecuencia de todo este gentío, la basura se acumula
por todas partes, en improvisados basureros donde las personas de más baja
casta y los animales recogen su alimento.
A solo a 80 km. de Amritsar nos encontramos con otro templo de
los sijs cruzando Jalandar, más pequeño en proporción pero de igual belleza.
Las carreteras son estrechas y no siempre están en buen
estado, pero invariablemente siempre están atestadas de vehículos.
Algunos tan voluminosos como este tractor que transporta paja.
Otras veces son los animales los que invaden el asfalto.
Pocas poblaciones tienen circunvalación y nos vemos obligados
a cruzarlas por el centro, lo que hace de la conducción un ejercicio de
malabarismo en estas estrechas y atestadas calles.
En esta región el dromedario es utilizado para el transporte,
curiosamente tatuado.
Entrando en la ciudad de Patiala encontramos elefantes
utilizados como reclamo turístico.
Patiala, situada entre los ríos Satluj y Ghaggar, fue un
estado principesco cuyos reyes convirtieron su nombre en sinónimo de grandeza.
El Old Moti Bagh Palace es un gigantesco palacio de estilo
indo sarraceno, una de las residencias más grandes de Asia.
El salón de audiencias públicas está construido con piedra de
arenisca roja y mármol.
Como siempre, la zona del harem resalta por su belleza y sus
cuidados jardines.
Largos pasillos que conforman un laberinto recorren todo el
palacio.
En la entrada se encuentran numerosos jardines y canales de
agua de estilo mongol.
Nos quedamos a dormir junto al estanque viendo el palacio
iluminado por la noche.
Como hemos visto en otras partes del mundo, la contemplación
aérea del amanecer silencioso en globo, tiene un fuerte atractivo turístico.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas…………………………
El templo dorado de Amritsar es el centro espiritual del
sijismo, en el se guarda su más venerada reliquia, su libro santo, que descansa
en el Durbar Sahib, bajo un baldaquino incrustado de joyas.
Con sus singulares turbantes y largas barbas, los sijs
resultan fácilmente identificables. La religión sij es una fe reformista que
fundó en el siglo XV el gurú Nanak. Contraria a la adoracion de imágenes, a los
rituales y al sistema de castas, cree en un Dios sin forma.
Sus miembros son como una hermandad militar y deben exhibir
siempre los cinco símbolos del Khalsa: pelo largo, calzones, daga, peineta y
brazalete.
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