Dejamos las dunas de Mongol Els continuando hacia Ulan-Bator
por la carretera asfaltada. Cruzando poco después el rio Tuul.
Unos 53 km. nos
desviamos hacia el sur para conocer el Parque Nacional Khustain.
Y aunque dicen que el parque cuenta con algunas manadas de
gacelas, ciervos rojos, zorros…..nosotros solo vimos marmotas.
Y los autóctonos
caballos semisalvajes takhi (espíritu en lengua mongola) que tras su
desaparición a finales del siglo XIX se está recuperando de su extinción
gracias a que algunos zoológicos habían adquirido estos caballos y la
reproducción en cautividad fue un éxito.
De nuevo en este parque volvemos a encontrar restos de la
antigua cultura turca que habitó estas tierras durante los siglos VI- VIII.
Unas 30 figuras entre ovejas, leones y hombres se encuentran
esparcidas en un terreno acotado. (N 47º 32’ 57.8’’ E 105º 51’ 29.8’’) Desde
este yacimiento arqueológico sale una larga fila de 550 piedras clavadas
verticales de cuyo significado no se tiene conocimiento.
Los pastores nómadas con sus rebaños cohabitan con la fauna
autóctona del parque.
La ausencia de arboles en la estepa obliga a los pájaros a
hacer sus nidos en el suelo.
Los ger mongoles siempre están custodiados por valientes perros mastines que ahuyentan a
cualquier extraño visitante y a los temidos lobos. Sin la presencia y
autorización de sus dueños es imposible acercarse a sus tiendas.
Al día siguiente llegamos de nuevo a Ulan-Bator, que con
800.000 habitantes es la mayor concentración urbana de Mongolia, casi un tercio
de su población.
Lo que hemos leído sobre
la capital la describen como una ciudad desabrida y sucia, y si es verdad que
los barrios periféricos son bastante caóticos,
el centro nosotros lo encontramos limpio y con cierto aire de
modernidad.
Destaca la plaza Sukhbaatar, donde se encuentra el Parlamento,
los museos, el teatro y el gran monumento a Gengis Kan.
Un carro portando un ger es una atractiva y llamativa tienda
de recuerdos donde Encarna y Maria hacen sus últimas compras.
Al día siguiente, después de dejarlas en el aeropuerto, nos
preparamos para salir hacia el norte. En una de las estaciones de agua de los
barrios periféricos llenamos el depósito de 600 litros de agua. (N 47º 54’ 24.6’’
E 106º 47’ 11.0’’)
Nada más abandonar los aledaños de la capital, el paisaje
retorna a su belleza natural deleitándonos la vista con la suavidad de las
colinas esteparias.
La parada nocturna a la ribera de un rio está asegurada casi
todos los días en este país.
Unos kilómetros antes de Darkhan tomamos la carretera que se
dirige hacia el oeste. En el punto N 49º 12’ 48.3’’ E 104º 59’ 08.4’’ dejamos
el asfalto para dirigirnos al monasterio Armabayasgalant.
Veinte kilómetros después, cruzando un valle anegado de barro,
nos quedamos enganchados. Dimos marcha atrás y conseguimos desatascarlo, pero
unos metros después el suelo cedió y quedamos apoyados en el eje trasero.
Teníamos un problema.
El cruce de estos valles es un peligro oculto pues normalmente
tienen una capa de unos 20 cm. de tierra dura que ha secado el sol, pero si el
peso del vehículo la rompe, debajo encontramos un profundo e inconsistente
barro. Y aunque conseguimos poner las dos planchas el eje trasero estaba
enganchado.
Necesitábamos un tirón para desatascarlo. Con la ayuda de unos
pastores y en su moto, me fui a buscar un tractor. Primero dimos con un
camioncillo que no valía, después con un tractor que no arrancaba…..dos horas
después de dar tumbos encontramos otro pequeño tractor. Entonces muy tranquilos
nos sentamos en el ger a tomar un té y a negociar el pago y las comisiones de
todos ellos. Por supuesto sin que ellos hablaran nada de inglés y yo nada de
mongol. Después había que encontrar gasoil, ponerle agua al radiador y
arrancarlo empujándole por una cuesta. Una hora después, cuando ya anochecía
llegábamos al camión. En el primer tirón se partió la sirga de acero que
traían. Había que buscar una nueva, así que suspendimos la operación para el
día siguiente.
Pasamos la noche como pudimos, con el camión escorado. A la
mañana siguiente, aunque hacia mucho frio, a las 7 empecé a abrir una zanja
alrededor de la rueda que estaba más hundida. Sacamos el agua y rellenamos con
unas piedras. A medio día estábamos preparados para hacer el segundo intento,
después de arrancar el tractor que esa fue otra odisea. Esta vez con una sirga
más gruesa conseguimos sacarlo.
Aquí todo se celebra bebiendo vodka, la botella que llevábamos
se la bebieron en cinco minutos y tuvimos que sacarles otra de vino.
Acercamos hasta su ger al que más nos había ayudado, una de
esas buenas personas que te encuentras por el camino. Nos quería invitar a
tomar un té con su familia.
Continuamos nuestra ruta y después de sortear unas colinas, se
abre ante nosotros el valle donde se asienta el monasterio. Un vasto paisaje de
estepa idílica, salpicado de blancos ger, donde pace el ganado.
Llegando al monasterio tenemos que cruzar otro rio, pero su
lecho de grava y piedra lo hace muy consistente.
En la cabecera del valle y rodeado de suaves colinas se
encuentra el monasterio de la paz y la felicidad (Amarbayasgalant Hiid, en
mongol), que conserva su estructura arquitectónica china.
Tras décadas de silencio, los mantras resuenan de nuevo cada
mañana. Una veintena de monjes budistas recitan las silabas y frases sagradas,
mientras preside la ceremonia Luvsandarjaa, el joven abad del monasterio.
Este tenaz y decidido abad reconstruyo el templo a partir de
1990, cuando se restituyo la democracia y se garantizo la libertad religiosa.
De nuevo tenían valor los cinco pecados budistas: Ignorancia, Envidia, Odio,
Deseo y Avaricia.
El monasterio recoge los restos momificados de Zanabazar.
Nacido en 1635, a los 14 años fue enviado al Tíbet a estudiar budismo con el
Dalai Lama y se convirtió en el primer Bogd
Gegen.
A las espaldas del monasterio y en lo alto de las colinas se
encuentran una estupa y una estatua de buda. Un paseo agradable desde donde
admirar el conjunto del monasterio y el vasto valle que lo rodea.
Junto al monasterio han surgido pequeños establecimientos para
acoger a los peregrinos. Entre ellos descubrimos una curiosa lavandería, donde
hicimos la colada.
Continuando hacia el este, la estepa se extiende ante nosotros
como un enorme espacio vacío sobre un manto de hierba virgen y de nuevo experimentamos
la sensación de libertad que transmiten.
Pasamos Edernet y Bulgan, las dos grandes ciudades del norte y
llegamos a Mörön. Para ir al lago Tsaagan se necesita un intérprete para hacer
los permisos y un guía que nos acompañe todo el tiempo que estemos allí. Este
recorrido nos llevaría unos diez días y decidimos no hacerlo.
Ahora nos dirigimos hacia el Parque Nacional del lago Khovsgol.
La primera noche la pasamos junto al pequeño lago Erkhel.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas………………..
La palabra estepa procede del vocablo ruso “step” que denomina
a esas llanuras y colinas que se extienden hasta donde la vista alcanza. Esos
espacios amplios y abiertos, con vegetación rala y de escaso porte, transmiten
una sensación de extraña placidez. Solo algunos inmaculados y humeantes ger rompen
el paisaje.
Decía Anton Povlovich Chejov que la fuerza y la magia de estos
enormes espacios abiertos, no reside en el tamaño de sus árboles ni en la
profundidad de su silencio sepulcral, sino en que las aves migratorias son las
únicas criaturas que conocen sus límites.
Sin duda, esta es una tierra de nómadas, grandes jinetes y
soberbios guerreros, hombres y mujeres que desprecian los caminos y solo se
guían por los vientos, las estrellas y el movimiento de las aves.