sábado, 28 de septiembre de 2019

Ecuador, la belleza de los Andes.



La frontera de Ecuador está colapsada por una riada de familias venezolanas en busca de nuevas oportunidades en este país. Nos lleva dos horas completar los trámites aduaneros.




Cruzamos Tulcán, una importante ciudad comercial y la capital de provincia a más altitud del país, sobre los 3.000 m.




Continuamos hacia el sur rodeados de un paisaje grandioso de verdes, salpicado de granjas y ranchos.




Nuestra primera parada la hacemos en San Gabriel, un tranquilo pueblo de montaña, con bonitas casas pintadas de colores y calles empedradas.







Un agradable paseo de tres kilómetros al norte del pueblo nos lleva hasta las cascadas de Paluz.










A cuatro kilómetros de San Gabriel, nos desviamos hacia la Gruta de la Paz.




Nosotros íbamos buscando una gruta con aguas termales y nos encontramos con un santuario.




El río Minas ha horadado la montaña y reaparece al otro lado en la gruta dedicada a la Virgen.







De la gruta salen las aguas termales que alimentan dos piscinas.







Desde que cruzamos la frontera, la Panamericana es una excelente carretera, con tramos de autovía.




Ahora desciende hasta el valle del río Chota a unos 1.565 metros y luego inicia un largo ascenso hacia Ibarra.




Antes de llegar, sobre el horizonte se alza el volcán Imbabura de 4.609 metros.




Junto  al lago Yaguarcocha pasamos la primera noche en Ibarra.




Ibarra es una encantadora ciudad colonial y multicultural, aquí con los estudiantes de la universidad, se mezclan mestizos, indígenas del altiplano, afro ecuatorianos…










El mercado central es un hervidero de actividad, donde se puede encontrar casi de todo. Allí probamos uno de los platos típicos, el hornado, un asado de cerdo.




Continuamos por la Panamericana hacia el sur y nos desviamos a la pequeña población de Cotacachi.







Es conocida por sus artículos de piel y cuero. En las tiendas que se despliegan a lo largo de la calle principal se puede comprar cualquier artículo elaborado con piel.




Era domingo y en el centro cultural celebraban la peatonalización de su calle.







Desde aquí parte la carretera a la laguna de Cuicocha. Al ser primera hora de la mañana y estar despejado de niebla, pudimos ver el volcán Cotocachi.




La laguna Cuicocha ocupa el cráter de un extinguido volcán.




El sendero que bordea el lago permite contemplarlo en toda su magnitud, así como las impresionantes vistas del valle y las montañas que lo rodean.







Tiene un perímetro de 14 km. y se tardan unas cinco horas en recorrerlo.







Siguiendo por la Panamericana llegamos a Otavalo, una pequeña población comercial donde acuden las comunidades indígenas de los alrededores.







Esta ciudad es conocida por sus tejedores, los telares se han usado en esta zona durante unos 4.000 años. La plaza de los Ponchos es un mercado permanente de sus creaciones.




Una tranquila y agradable ciudad de calles adoquinadas, donde se mezclan blancos, mestizos e indígenas.







Los altos volcanes son difíciles de ver pues casi siempre permanecen cubiertos de bruma. Hoy al atardecer, el sol ha iluminado la cima del Imbabura de 4.609 metros, por encima de los tejados de la ciudad.




Salimos de Otavalo en dirección suroeste, por una pista empedrada que nos lleva al alto páramo de las lagunas de Mojanda.







Después de mucho tiempo, por fin estamos en un entorno salvaje y solitario y a la vez bellísimo.







Las lagunas de Mojanda están situadas a 3.700 metros de altura. Dejamos el camión en la laguna Grande y para aclimatarnos fuimos andando hasta la Pequeña.




El ascenso al volcán Fuya Fuya de 4.275 metros es un clásico en esta zona.




A esta altura la escasez de oxigeno se hace notar y endurece la subida.




Llegando a la cima, la niebla se nos echa encima, cubriendo el paisaje y privandonos de las espectaculares vistas que rodean el volcán.




Al día siguiente, otra bonita excursión nos lleva al otro lado de la laguna, donde se encuentra el refugio. Ahora cerrado porque las fuertes lluvias han anegado el camino.










Desde la otra orilla, hoy contemplamos sin niebla, la cumbre del Fuya Fuya y nuestro diminuto camión en las orillas del lago.




Cerca del refugio se encuentra la laguna Negra.




Mapas del recorrido.







Filopensamientos y otras cosas……………….

En raras ocasiones, cuando se cruza una frontera, percibimos un cambio notorio, pues el paisaje suele ser el mismo, las gentes pertenecen a las mismas etnias, tribus o culturas.

No es el caso entre Colombia y Ecuador, y aunque se dan todas las premisas anteriores, algo cambia en el ambiente y la sensación general es de estar en otro lugar.

El buen estado de las carreteras es lo primero que notamos. Después cuando hablamos con la gente nos transmiten una sensación de tranquilidad, educación y buen rollo, que se traduce en una menor alerta de inseguridad.

También han desaparecido la mayoría de las alambradas y podemos acampar más libremente. Cuanto echábamos de menos la soledad de las montañas, la paz y la tranquilidad junto a un lago o el rumor incesante acampados en la ribera de un río.

Ecuador es seis veces más pequeño que Colombia, pero en cambio ofrece seis veces más lugares interesantes que su vecino del norte.

Ecuador nos ha cautivado desde el primer momento.