La frontera de Senegal esta inmediatamente después de pasar la presa de Diama en uno de los ramales del rio Senegal y como en todas las fronteras a pagar y a sacarte los cuartos. Por el paso de la presa 20€, policía 10€, aduana 10€, seguro obligatorio de un mes 50€ más tres horas de registro, papeleos y mucho marear la perdiz………..
Sesenta y cinco kilómetros después de una buena carretera bordeada de acacias llegamos a la ciudad de San Luis. Esta ciudad fue fundada en el año 1600 y se le puso el nombre del monarca que reinaba en ese momento en Francia. Está dividida en tres partes la continental que es la más reciente, la antigua y colonial, que se asienta en una isla en el centro del rio Senegal y que se accede a ella por un largo puente de hierro construido por Eiffel y la tercera es una barrera de arena entre el rio y el mar, donde están los barrios de pescadores.
En la parte continental es donde están los mercados y comercios y por lo tanto donde está el bullicio. También es donde más cuidado hay que tener por los posibles robos.
San Luis isla tiene una extensión de 400 m de ancho por 2 km. de largo, la estructura de sus calles forman una cuadricula perfecta, de casas coloniales con balconadas de hierro y obra, que recuerdan a la Habana.
Al principio de la barrera de arena se asienta el barrio de los pescadores, una amalgama de barcos, secaderos de pescado, corrales de ganado, casas y chabolas y niños, muchos niños, niños por todas partes. Aquí viven hacinadas unas 40.000 personas.
Después del barrio de pescadores hay una zona de playa dedicada a hoteles, restaurantes, camping…y mezclados con estos unas casas y asentamientos hippies. La lengua de arena se prolonga todavía más de treinta kilómetros, nos recuerda a la Manga en sus tiempos más salvajes. Aquí la han protegido convirtiéndola en Parque Natural.
Nosotros estuvimos unos días con el camión aparcado en uno de estos pequeños hoteles.
Desde que cruzamos el rio Senegal el paisaje ha cambiado radicalmente, de aquellas extensiones de arena que se perdían en el horizonte al norte de este rio, hemos pasado a una verde sabana salpicada de acacias, eucaliptos, mangos y para nosotros los primeros y sorprendentes baobabs.
Todos los días avanzamos unos kilómetros hacia un posible destino, normalmente desconocido y que no esté más allá de 100 kilómetros. Lo que nos permite ir despacio y parando cada vez que algo nos llama la atención. Así por la carretera dimos con este imprevisto mercado, las mujeres con sus cestos, telas, frutas y verduras situadas en la parte derecha de la carretera y a la izquierda los hombres con el ganado, caballos, burros, vacas y corderos, muchos corderos pues estamos próximos a la Tabaski, para nosotros la fiesta del cordero.
Al día siguiente dormimos en la plaza de Lompoul un pueblecito costero, donde sus habitantes, según su etnia se dedica a la pesca, a la agricultura o a la ganadería.
Allí conocimos a Madu que ha creado un albergue escuela para los niños de la calle, una de las chozas era la escuela coránico, en otra era donde dormían y en otra tenían aislados por unos días a los niños que acababan de ser circuncidados.
Con el visitamos también los campos donde se cultiva prácticamente sobre arena, lo cual les obliga a estar regándolos continuamente.
Es difícil encontrar una carretera en buen estado, sería preferible una pista de tierra, pues en el asfalto o se han creado unos agujeros en el centro o las orillas se van rompiendo quedando unos escalones laterales muy peligrosos, sobre todo cuando te cruzas con otro vehículo.
Pero estas siempre nos llevan a dar con los bulliciosos pueblos senegaleses que con sus mercados invaden hasta la carretera principal y para nosotros era difícil saber por dónde teníamos que continuar como se ve en estas fotos.
Antes de llegar a Dakar pasamos por una carretera horrible que nos obligaba a circular a paso de tortuga, pues los baches eran auténticos socavones y todo para conocer el mítico Lago Rosa, final de tantas ediciones del Paris-Dakar.
La decepción no pudo ser mayor, paisajísticamente no es gran cosa y los hoteles y campamentos que en su día tuvieron que tener un cierto esplendor ahora son decadentes.
Filosopensamientos y otras cosas
Que mal lo hemos hecho en África.
Un sentimiento de pena nos invade inevitablemente al visitar y conocer aldeas y poblados en donde sus gentes carecen de lo más elemental, para lo que nosotros entendemos como una vida aceptable, y caemos en el error de convertirnos en improvisadas y solidarias ONG para justificar nuestro sentimiento de culpa ante tal disparatada diferencia de nivel de vida.
Esto nos lleva en el siguiente paso a creernos que somos los Reyes magos y Papa Noel juntos y empezamos a repartir camisetas, bolígrafos, caramelos…..y terminamos dando dinero. Todo esto sin pedir ninguna compensación a cambio.
El resultado de este proceso es que no hay una sola persona, no ya solo los niños, que no te exijan que les des algo. Si eres turista y blanco dejas de ser persona y pasas a ser un ente al que explotar. Esto hace que la vida del viajero sea muy difícil pues al final todo el que se acerca es por lo mismo.