lunes, 22 de julio de 2019

Colombia, recorriendo la cordillera occidental.



Desde la cascada de Los caballeros descendemos por la pista buscando el asfalto que encontramos en el pueblo de Suaita.







La temperatura primaveral con fuertes lluvias, que casi siempre caen al anochecer, fomenta una exuberante vegetación y unos ríos tumultuosos.










Siempre hemos dicho que el mayor peligro de un viajero está en la carretera. Algunas veces por conductores temerarios, otras por encuentros fortuitos, los bulliciosos cruces de pueblos o, como es frecuente en este país, los hundimientos en la vía por la inestabilidad del terreno.










Siguiendo nuestra ruta llegamos a Chiquinquirá, capital religiosa de Colombia.




En su basílica se encuentra la Virgen del Rosario. Fue pintada por el artista español Alonso de Narváez hacia 1555 siendo la pintura colombiana más antigua documentada.




La pintura comenzó a desvanecerse debido a la mala calidad de los materiales y a la humedad. Fue abandonada en un almacén hasta el 26 de diciembre de 1586 cuando unas piadosas mujeres que rezaban ante ella vieron que milagrosamente recuperaba su color original. Desde entonces su fama ha ido en aumento y los milagros atribuidos a la virgen se multiplican.







Desde aquí nos dirigimos a Villa de Leiva y paramos unos kilómetros antes en el Museo paleontológico del fósil. Aquí se encuentra el Kronosaurus, una cría de reptil marino de 7 metros de longitud, que data de hace 120 millones de años. Fue encontrada en este mismo lugar pero desgraciadamente no lo pudimos ver por las reformas que se están haciendo en el museo.




Villa de Leiva es otra joya de arquitectura colonial que se mantiene casi intacta desde sus orígenes en 1572, cuando fue fundada por Hernán Suárez de Villalobos.










Su plaza mayor, pavimentada con enormes adoquines, es una de las más grandes de América. En ella destaca su sencilla iglesia parroquial.







En una de las esquinas esta la casa de Juan de Castellanos, que hoy alberga un café y un restaurante. Con un patio interior magníficamente restaurado, donde un busto de él conmemora el IV aniversario de la fundación de esta villa.










Es un gusto pasear por las tranquilas calles empedradas, contemplando las bonitas fachadas y sus cuidados balcones de madera.







También aquí tuvimos la suerte de encontrar un buen aparcamiento cerca del centro, ya que en estos angostos pueblos es difícil hasta circular por ellos. (N5 38 10.8 W73 31 13.7)




El sábado es día de mercado, una buena oportunidad para abastecerse de fruta y verdura. También hay pequeños puestos donde se prepara comida, como este que ofrece chorizos y morcillas (que como las de Burgos son con arroz), aunque su sabor difiere bastante del nuestro.










A seis km. del pueblo se encuentra el Observatorio Solar. En este parque arqueológico que data de hace 4.000 años, quedan los restos de un rectángulo de monolitos que indican los movimientos del sol y la luna.




Siglos más tarde este valle fue la tierra de los indios Muiscas y este entorno lo consideraron sagrado y erigieron multitud de símbolos fálicos como culto a la fertilidad.







Volviendo del parque arqueológico pasamos junto a la casa de terracota, una curiosa construcción.




Al otro lado de la villa, saliendo hacia Tunja hay unas pinturas rupestres. Dejamos el camión donde empieza el camino ( N5 35 18.8 W73 31 03.2). Después de una caminata de una hora bajando por una pronunciada pendiente, cruzando el prado y el rio, llegamos bajo los farallones de piedra donde se encuentran las pinturas. (N5 35 33.8 W73 31 00.6)













Nuestro siguiente objetivo son las minas de sal de Nemocón. Dejamos la flamante autovía para desviarnos al pueblo por una polvorosa pista de tierra.










Con las últimas luces del día nos aparcamos junto a la mina y recorremos el pueblo.







La mina de sal de Nemocón empezó a explotarse hace más de 500 años, pero desde hace unos 38 años solo se dedica al turismo.







Los efectos de luz en el interior son espectaculares, convirtiendo a estas grandes salas subterráneas en catedrales de piedra.







Solo se visita el primer nivel, ya que los otros dos están inundados. Un recorrido al interior de la tierra por altas galerías.










Algunas zonas con agua dan la sensación de un abismo profundo, cuando solo están reflejando el techo de la caverna.




La mina tiene un valor añadido con el escenario del refugio donde se rodó la película   “ Los 33” , la tragedia ocurrida en la mina chilena, con tiene como protagonista a Antonio Banderas.










También se ha recreado la perforación con la llegada de la cápsula.




En el exterior se visita un pequeño pero interesante museo antropológico, donde hay entre otras cosas, restos de cráneos y colmillos de mastodonte.




Así como restos de dinosaurios marinos que vivieron aquí hace alrededor de 140 millones de años. Aunque estamos a 2000 metros de altura, en aquellos tiempos, estas montañas eran el fondo del mar.




Dejamos Nemocón, bordeamos Bogotá y tomamos la ruta 50 hacia la Ruta Cafetera.










Mapas de carretera.







Filopensamientos y otras cosas…….

Seguimos avanzando hacia el interior de Colombia, tratando de entender y descubrir esta nación, que como todas tiene sus luces y sus sombras.

Pronto vemos un pueblo amable y tolerante, que se refleja en su modo de conducir, a veces caótico, donde se perdonan con total condescendencia las continuas infracciones de los usuarios.

También descubrimos un turismo que va en aumento, del que todo el mundo quiere sacar su tajada.

Si visitas unas cascadas ,un río o un lago te encontraras que el único sitio que hay para aparcar es particular y tienes que pagar, si el camino cruza una finca, también esta exige su cuota de paso y algunas veces también la cascada el río o el lago son particulares y de nuevo se paga.

Tampoco hemos ido a ningún parque nacional, pues aparte de la entrada, para hacer un recorrido, aunque sea corto, es necesario contar con un guía, lo que encarece en exceso una pequeña excursión de unas horas.

Nos ha llamado la atención las omnipresentes alambradas de espino, las hay por todas lados, pegadas a la carretera donde es imposible orillarse para hacer una foto, o rodeando un lago o siguiendo el curso de un río…….