Atrás dejamos los bancales centenarios plantados de arroz. El
sur montañoso obliga a la carretera a un continuo curveo y los pueblos se
suceden uno tras otro, casi sin interrupción.
La carretera es peligrosa por su estrechez, no tiene arcenes y
las cunetas son lo suficientemente profundas para que una distracción nos cause
un grave problema.
El paisaje no es especialmente bonito, el desarrollo que está
experimentando actualmente este país, hace difícil sacar fotografías sin que
aparezcan fabricas, tendidos eléctricos o
construcciones de nuevas vías.
95 km. después llegamos a la ciudad de Jianshui, donde
conviven los modernos edificios con la arquitectura clásica.
En el centro de la ciudad encontramos edificios históricos, en
los que se mezclan distintos estilos. Muchos de ellos se han destinado a usos
comerciales y sin ninguna sensibilidad han llenado sus fachadas con rótulos y
carteles publicitarios.
El Templo de Confucio es visita obligada si se pasa por esta
ciudad.
Este famoso templo se termino de construir en el año 1285 y se
hizo a imagen y semejanza del que se encuentra en la ciudad natal de Confucio.
Ocupa una extensión de 7,5 Ha. y es el tercero más grande de
China. Tiene un gran lago al que aquí denominan el mar de Xue.
El templo funciono como escuela durante casi 750 años.
Confucio no creo una religión, sino una filosofía de vida. Uno de sus mayores
legados fue el derecho al conocimiento de todo el mundo y no solo de la
aristocracia. Fue el primer filósofo humanista de China al defender la
moralidad y el cultivo de uno mismo como base para el orden social.
La etapa de hoy nos lleva desde Jianshui a Shillin, 226 km.
que hacemos por una nueva autopista de peaje. Pero hoy como es el día de
difuntos chino, curiosamente no se paga en las autopistas.
También tenemos la suerte de encontrarnos con viajero chino,
que va en una auto caravana con su familia. Siente tanta curiosidad por
conocernos y hablar de nuestro viaje que nos invita a todos a comer en un
típico restaurante de Shillin.
Muy cerca de allí se encuentra el bosque de piedras que más
tarde visitaríamos y su amplio parking fue un buen lugar para hacernos una foto
de recuerdo.
Lo primero que se descubre nada más entrar en China es que su
sistema comunista solo vale para tener controlado a sus 1370 millones de
ciudadanos ya que esta sociedad parece más capitalista que comunista. Aquí se
paga por todo y son tantos los turistas chinos que visitan sus atracciones, que
sus precios suben constantemente. Aquí en el bosque de piedras nos negamos a
participar en este inmenso montaje, cochecitos eléctricos que te transportan,
restaurantes, tiendas, parking de pago……. Nosotros nos conformamos con una
excursión por los alrededores.
La siguiente noche acampamos cerca del lago Dian al sur de la
populosa ciudad de Kunming.
Nuestra ruta ahora se dirige hacia las montañas del este,
donde se encuentran algunas poblaciones medievales.
Después de 328 km. llegamos a la moderna Dali.
Pero nosotros no venimos atraídos por esta, sino por su
antigua ciudad amurallada que conserva las tradicionales construcciones de
tejados curvos y puntiagudos.
Dali se encuentra a 1900 m. de altitud a los pies de los
imponentes Cang Shan de 4000 m. y a orillas del lago Erhai.
Disfrutó de una autonomía que duro casi cinco siglos, por ello
su casco antiguo conserva una personalidad histórica difícil de hallar en otras
zonas del país.
Recorriendo sus intrincadas callejuelas descubrimos la bonita
iglesia católica que combina la arquitectura bai y el estilo clásico religioso
europeo.
En el centro de la ciudad encontramos un remanso de paz en el
templo de Confucio.
Pero Dali ha dejado de ser la vieja ciudad para convertirse en
reclamo turístico, sobre todo por las hordas de turistas chinos, transformando
sus antiguas viviendas en tiendas de souvenir con mujeres vestidas con sus
trajes tradicionales.
Dejamos atrás Dali y continuamos hacia nuestro próximo
destino, la Garganta del Salto del Tigre. Las nuevas y flamantes autopistas nos
permiten sortear los valles y horadar las altas montañas Hengduan, que se
elevan hasta los 4400 m.
El paisaje chino no es de gran belleza, pues siempre está
manchado por las fábricas, canteras de áridos, líneas de electricidad, etc.….solo
en contadas ocasiones queda libre.
La carretera en su tramo final discurre paralelo al rio
Yangtse.
El rio se encajona en un desfiladero de 16 km. de largo y sus
paredes verticales suben hasta las cumbres nevadas.
Se le conoce por el nombre del Salto del Tigre porque según la
leyenda, en su parte más agosta un felino cruzo de un salto el rio Yangtse.
Otro montaje turístico chino nos encontramos al llegar. Allí
donde se dice que saltó el tigre se ha construido un gran aparcamiento
escalonado para cientos de autobuses. Unas grandes escaleras descienden hacia
el rio repletas de turistas. Y además, en esta época del año, el rio baja con
muy poca agua y hasta los rápidos han desaparecido. Nos llevamos tal desilusión
que ni siquiera hicimos unas fotos.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas………………..
De nuevo nos vemos obligados a cruzar China, esta vez para
salir del callejón sin salida del Sureste Asiático.
Nuestra ruta natural era continuar hacia Australia y de allí a
América. Pero nuestro camión no cabe en un contenedor y el precio del
transporte en barco es muy caro.
Decidimos cambiar la ruta y visitar de nuevo
Mongolia, que nos gusto tanto, así como el Lago Baikal y Siberia, para llegar
al norte de Europa y desde allí cruzar a América.
Cruzar China con vehículo propio hay que hacerlo con una
agencia que te resuelva todos los trámites y un guía que te acompañe todo el
trayecto, lo cual encarece el viaje. La única
manera de abaratarlo es contactar con otras personas interesadas en la misma travesía.
A través de Facebook formamos un grupo
de cinco vehículos y diez personas. Lo
que nos supuso reducir el coste de 4500 euros a 2336 euros por vehículo.
El problema surge como siempre en la convivencia de unos extraños
a lo largo de un mes y 5100 km. de recorrido. No se pueden mezclar viajeros y
turistas, somos como el agua y el aceite.