Atrás dejamos Karakorum, la que fue antigua capital del reino
mongol y su magnífico monasterio Erdene Züü.
Después de muchos días de pista nos sorprenden unos kilómetros
de asfalto, pero nuestra sorpresa es mucho mayor cuando paramos a saludar a
unos ciclistas y uno de ellos no solo es español sino que además es
cartagenero. Antonio es un intrépido viajero, que cada vez que su trabajo se lo
permite, se lanza al mundo con su bicicleta.
El asfalto pronto desaparece
y solo las rodadas en la pista nos guían en este vasto territorio.
Ahora nos adentramos por el valle de Orkhon, salpicado por las blancas yurtas de los
nómadas, pequeños lagos y zonas de bosque en las alturas.
El caballo siempre está presente en la vida de los mongoles.
Con el dominio y destreza en su montura consiguieron la grandeza de su imperio.
En este valle se encuentran las famosas aguas termales de
Tsetserleg, donde aprovechamos para darnos un buen baño.
Es raro el día que no tenemos que cruzar algún cauce de agua.
Los yak, con su largo pelaje, son los animales mejor adaptados
a este clima extremo. Nos decían unos nómadas que en lo más crudo del invierno
tenían que proteger de la intemperie a
los caballos y ovejas en improvisados chamizos, mientras que los yak podían
permanecer sobre la nieve.
Los mongoles actuales son semi nómadas, en verano se trasladan
con sus ganados en busca de buenos pastos y viven en sus yurtas pero en
invierno se concentran en pequeñas poblaciones.
En muchas ocasiones la carretera de tierra está en tal mal
estado que se crean multitud de pistas paralelas, aunque en algunos tramos la
están rehabilitando.
Nuestra ruta nos lleva a bordear por el norte el gran lago
Therkhiin Tsagaan de 161 km2 y situado a 2060 m. de altitud.
Este lago se creó por las erupciones volcánicas que taponaron
la salida del rio Terkh. En esta zona de bosque los ovöos animistas son de
ramas y troncos de árboles. Los mongoles son muy tolerantes con la religión,
desde el siglo XVI el budismo es la religión dominante del país aunque las
practicas chamanistas permanecen igualmente muy vivas.
La pista paralela al lago discurre por unos paisajes de
extraordinaria belleza.
Algunos tramos angostos y sobre el acantilado nos complican el
paso, sobre todo al cruzarnos con otro vehículo.
En el país menos poblado del mundo nos sigue asombrando ver
una casa aislada a cientos de kilómetros de otra. La mayoría de ellas son
pequeños restaurantes donde paran y hacen noche los camioneros que por aquí
pasan.
Algunas veces los ríos no se pueden vadear por las zonas
pantanosas que los rodean, pero algunos puentes nos parecen menos seguros que
el vadeo.
Vamos de vuelta Olgiy
por la ruta del norte y en ella se suceden numerosos lagos.
Nos alegra encontrarnos, de tarde en tarde, con algún camión
que nos confirma que estamos en la buena ruta. Otras veces les servimos de
ayuda cuando quedan atrapados en el barro.
Lo mejor de Mongolia son las zonas de acampada, sobre todo por
su amplitud, aunque de servicios andan un poco escasos.
Los meses de julio y agosto son los mejores para visitarlo, la
temperatura media es de 17º. Y aunque son los meses que mas llueve sus
tormentas son breves y enseguida sale el sol.
Siempre que tenemos oportunidad paramos a echar un rato con
los lugareños, aunque no nos acostumbramos al te salado y agrio típico de este
país.
Como siempre la familia en el lado derecho de la yurta ( o ger
como la llaman los mongoles) y los visitantes en el izquierdo.
El lago Khyargas de 1406 km2, forma parte del parque nacional
del mismo nombre. Está situado a 1028 m. de altitud y en sus alrededores
existen diversas fuentes termales. Cuando pasamos por allí, lucía un sol
esplendido que invitaba a darse un baño.
Aunque el camello ha sido el animal de carga con el que
transportaban las yurtas y todos sus
enseres, ahora en el siglo XXI se hace
en pequeños camiones y el resto de la familia va a caballo con los animales.
Con los últimos rayos de sol llegamos al lago Achit.
Estamos a punto de llegar de nuevo a Olgiy y terminar nuestro
recorrido por este fantástico país.
Esta provincia, situada
al oeste del país, se caracteriza por la mayoría de su población de origen
kazako y como tales amantes de la cetrería, actividad que se remonta a los
orígenes de este pueblo. Las águilas reales tras un largo y difícil adiestramiento son utilizadas para la caza.
A finales de agosto llegamos a Olgiy.
Aquí nos despedimos, con una paella y unas copas de vino
mongol, de nuestra amiga Isabel que volaba de vuelta a España.
A nosotros se nos acababa el visado y continuamos hacia la
frontera con Rusia.
Pequeño poblado en el puesto fronterizo.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas……………………
La primera imagen que evoca este país es la de una naturaleza
casi virgen, donde su inmensidad parece no privarnos de nada: de las vastas
estepas de Mongolia oriental a las infinitas llanuras del desierto del Gobi, de
las cimas nevadas de Altair a la depresión de los lagos del norte, permaneciendo
casi inalterable hasta nuestros días.
Sus paisajes son de una belleza extraordinaria. Para los que
amamos la naturaleza y los grandes espacios, nada comparable a este país, donde
los horizontes son inabarcables.
Hola, Soy Pablo, de Cómo preparar un gran viaje. Nos encantaría contactar contigo, ¿nos podéis facilitar un email? Escribidnos a hola@ungranviaje.org, por favor.
ResponderEliminarUn saludo!