Aunque estamos en el corazón del desierto de Atacama, algunas
aldeas indígenas viven gracias a las pequeñas corrientes de agua que les llegan
desde las altas cumbres de los Andes.
La aldea de Caspana, encajonada en una profunda garganta a
3260 m. de altitud, es un oasis en medio de este desierto.
Mauricio, el paramédico del pueblo, se ofreció a acompañarnos
por el lugar, contándonos su historia y tradiciones.
Un pequeño museo muestra entre otras curiosidades una lámina
con las distintas deformaciones del cráneo que se realizaban entre las etnias
que habitaban la zona.
Los atacameños son los indios indígenas que han habitado este
lugar desde hace 2000 años y en la ladera este del cañón se encuentran unos
antiguos enterramientos, que han sido saqueados a lo largo del tiempo.
La iglesia de San Lucas, construida en adobe y madera de
cactus, es la segunda más antigua del país.
Dejamos esta escondida aldea y continuamos ascendiendo por
encima de los 4000 metros con la impresionante cordillera de los Andes al
fondo.
Esa noche la pasamos junto al puesto de los carabineros,
estamos muy cerca de la frontera boliviana y es zona de tráfico de droga y robo
de vehículos.
De nuevo el mal de altura nos hace bajar y desistimos de ver
los géiseres del Tatio. Nos dirigimos hacia San Pedro de Atacama rodeados por
el impresionante y desolador desierto.
Es increíble la naturaleza, como surge la vida de las pequeñas
corrientes de agua que descienden de los nevados.
La pequeña aldea de Tocorpuri ahora vive tanto del pastoreo
como del turismo.
Unos kilómetros después llegamos al humeral del volcán Putana.
Donde encontramos una colonia de flamencos rosas.
Seguimos descendiendo y
el desierto de las alturas da paso a una floreciente primavera.
San Pedro de Atacama se encuentra a 2,436 m. sobre el nivel
del mar, bajo el impresionante cono del volcán Licancabur.
Llegamos a San Pedro de Atacama atraídos por su leyenda
aventurera y nos encontramos una turba de turistas que ha transformado el
pueblo en función de sus necesidades, agencias de turismo, tiendas de souvenir,
hoteles, restaurantes…….
Los desiertos que en todo el mundo son libres para
recorrerlos, aquí lo han compartimentado en pequeños recorridos con horarios y
tasas de entrada. Han convertido el desierto en un parque temático.
Empezamos visitando el Valle de la Luna, del que solo se
pueden recorrer 10 kilómetros.
En vista del panorama decidimos continuar hacia el sur,
explorando el salar de Atacama. En el camino a la laguna Tebinquiche paramos en
dos pequeñas lagunas llamadas los Ojos del Salar.
La comunidad indígena atacameña protege esta laguna en medio
del salar. Un medio muy hostil pero que la selección natural ha prodigado una
avifauna muy valiosa.
Más al sur está la laguna Chaxa que pertenece a la Reserva
Nacional los Flamencos.
Estas lagunas de escasa profundidad y estrato fangoso
posibilita la vida de abundantes formas microscópicas, de algas unicelulares y
micro vertebrados que son el alimento de las aves migratorias.
La artemia es un diminuto crustáceo de menos de un centímetro,
del que se alimentan los flamencos y les da su rosada pigmentación.
Un paisaje desolador y extremo, pero que a su vez acoge
multitud de vida.
En un extremo del salar, pegado a las montañas que lo rodean,
está el pueblo de Peine, donde paramos a darnos un chapuzón en sus rústicas
piscinas.
Desde aquí cruzamos de este a oeste el salar de Atacama.
Y vimos otra cara y otros intereses contrapuestos al
proteccionismo de los indígenas atacameños, las minas de litio al sur de este
mismo salar.
Después del baño de multitudes de San Pedro de Atacama ha sido
un acierto hacer la travesía de más de 200 kilómetros por las pistas mineras
desde Peine a Baquedano.
Y dormir en la soledad que solo se experimenta en los grandes
desiertos bajo un estrellado firmamento.
De Baquedano nos dirigimos a Mejillones otra vez en la costa
del Pacífico.
Desde aquí regresamos a Arica por el fantástico paisaje
costero entre el desierto y el océano.
Al norte de Tocopilla, a los pies del cerro Tolar de 2300
metros y junto al mar, se encuentra su campo de golf, que data de 1.930.
Es el primer campo que encontramos en un desierto donde no hay
una brizna de hierba.
El límite de las calles está marcado con yeso, los lagos son
piedras pintadas de azul, los greenes de ceniza negra, los bunker de sal y los
árboles ramas secas pintadas de verde.
Nos quedamos a dormir en la playa junto a la casa club.
Desde aquí regresamos a Arica donde dejaremos el camión para
volar a España, como todos los años, por Navidad. En nuestra mente quedará para
siempre la visión de las cálidas arenas del desierto de Atacama mezclándose con
las frías del océano Pacífico.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas………………
Chile se extiende encajonada entre la cordillera de los Andes
y el océano Pacífico, a lo largo de 39º de latitud. Un terreno muy variado que
va desde el desierto al norte a los campos de hielo de Patagonia.
En nuestra primera incursión por el país hemos recorrido una
pequeña parte del norte, unos 600 kilómetros desde la frontera de Perú hasta la
ciudad de Antofagasta. Toda esta extensión bajo el dominio del desierto de
Atacama que ocupa el tercio norte de su territorio.
El desierto de Atacama es uno de los más áridos del planeta y
muestra un paisaje variado donde encontramos inmensas planicies de arena entre
altas montañas y volcanes salpicados de oasis alimentados por riachuelos que
descienden de la cordillera de los Andes, o las cuencas salinas que dan lugar a
esos luminosos lagos salados, aquí denominados salares, o la costa del Pacífico
con la humedad de su neblina, llamada camanchaca, que proporciona humedad a
cactus y arbustos.
Pero este desolador y yermo territorio es un rico depósito de
minerales y en él se encuentran algunas de las minas más grandes e importantes
del mundo que constituyen la base de la economía chilena.
Descendiendo por la costa pensamos en los contrastes de la
naturaleza, a la izquierda las áridas arenas casi sin vida, a la derecha la
exuberante vida bajo el mar que favorecida por la corriente de Humboldt
proporciona alimento a multitud de aves y peces.
Lo más impresionante del paisaje costero son sus altas
montañas, de más de mil metros, cubiertas de arenas de colores amarillos,
ocres, negros o violetas que descienden entre neblina junto al intenso azul del
océano que se pierde en el horizonte.
Les escribo desde Colombia, deseandoles que se encuentren bien.
ResponderEliminarDesde su paso por mi pais , sigo su travesía. ¿Quisiera saber como están? y donde estan pasando el aislamiento y como afecta la pandemia sus planes de viaje? Cordial saludo. OscaR