Iniciamos nuestra siguiente etapa dejando el parque nacional
del Huascarán. Pasamos la noche en el pueblo Conococha a 4.100 m. junto al lago
del mismo nombre.
La carretera hacia la costa desciende en un interminable puerto
de miles de curvas.
En Végueta, junto al Pacifico se encuentran las ruinas
Vichama.
Posiblemente se trata de las ruinas más antiguas de América,
que junto con las de Caral, datan de un periodo entre 1.800 a 1.500 a.C.
Hablan de un cambio climático que hubo en esa fecha, que causo
una hambruna, como lo demuestran los relieves encontrados de figuras famélicas.
El paisaje costero sigue siendo desértico, con algunas zonas aisladas
de cultivos.
Continuando hacia el sur entramos en Lima, una súper urbe, con
más de 9 millones de habitantes. Aquí se concentra un tercio de la población
del país.
No es el mejor destino para visitar con nuestro camión.
Después de varias horas de búsqueda de un parking, por fin lo conseguimos junto
a la playa en el barrio de Miraflores.
Miraflores es el barrio más elitista, seguro y prospero de la
ciudad. En él se concentran la mayoría de zonas comerciales, tiendas, teatros,
galerías de arte, etc.…..
Desde aquí un autobús nos lleva por la recta avenida Arequipa,
de más de 6 km., hasta el centro histórico.
Lima fue fundada por Francisco Pizarro en 1535 y fue la
capital del imperio español en Sudamérica durante casi dos siglos.
De la importancia de aquellos tiempos dan fe los numerosos edificios
eclesiásticos y gubernamentales que se concentran en torno a la plaza mayor.
De entre todos ellos destaca el impresionante complejo
colonial de San Francisco, con su fachada barroca.
Es muy interesante la visita del convento recorriendo el
claustro, las catacumbas o su impresionante biblioteca con más de 20.000 libros
de los siglos XV – XVII, muchos de ellos primeras ediciones y pergaminos. Es
una pena que no esté permitido hacer fotos en el interior.
Abandonamos la bulliciosa y brumosa ciudad de Lima, buscando
de nuevo nuestra tranquilidad, que la encontramos en Puerto Viejo a 70 km. al sur.
La corriente fría de Humboldt se extiende a lo largo de la
costa de Perú, creando esa bruma permanente.
Continuamos hacia el sur pegados a la costa.
Y llegamos a Pisco donde se elabora el conocido licor peruano
y donde se encuentran más de 80 bodegas. Queríamos comprar vino tinto pero no
fue posible porque los peruanos solo consumen un vino dulce.
Cerca de aquí se encuentra la Hacienda San José que fue
levantada por los jesuitas como plantación de azúcar en 1688.
Fue de las más ricas de la zona y en ella llegaron a trabajar
hasta 1000 esclavos.
Su visita nos permite imaginar cómo era la vida en el siglo
XVII, con su rica mansión, sus catacumbas y sus celdas de castigo.
Siguiendo hacia el sur, entramos en la Reserva Nacional de
Paracas.
Es la mayor zona costera protegida de Perú. El desierto se
encuentra con el mar ofreciendo un impresionante paisaje.
Nuestra primera parada la hacemos en Lagunillas, un puerto
pesquero con varios restaurantes de pescado, rodeado de hermosas playas donde
se puede pasar la noche.
Los grandes pelícanos conviven con los pescadores a la espera
de pillar los despojos de la pesca.
Por numerosas pistas que se entrecruzan nos adentramos hacia
el sur descubriendo en cada elevación un paisaje que supera al anterior.
Algunos pescadores viven en improvisadas cabañas y alternan la
pesca con la recogida y secado de algas que venden para la exportación.
Qué valor tendrán para sacarlas de la playa aunque sea por los
acantilados.
Alrededor de estas cabañas merodea un zorro acostumbrado a
ellos porque le suministran agua y a veces algo de comida.
Durante los días que pasamos en este parque, tuvimos la suerte
de disfrutar de nuestras dos grandes pasiones, el desierto y el mar.
En las salinas de Otuma los flamencos chilenos hacen un alto
en su migración.
Esta reserva posee una gran diversidad de aves, mamíferos,
moluscos, reptiles…….
El desierto de extiende hacia el sur tantos kilómetros como
días queramos disfrutar de él.
En Laguna Grande hay otra aldea de pescadores.
Algunos imprudentes se acercan demasiado a la arena.
La Reserva de Paracas es un lugar ideal para perderse y
disfrutar de la soledad, el mar y el desierto.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas……
Algunas veces cuando la climatología es muy adversa, las
condiciones del terreno difíciles o la soledad de las rutas apartadas e
inhóspitas, nos hace pensar lo apropiado que sería compartir estas dificultades
con otro camión, otros viajeros en los que apoyarnos cuando la dudas de
continuar hacia adelante nos quiebra nuestra determinación y arrojo.
En esas circunstancias extremas nos viene al pensamiento que
dependemos de una maquina que puede fallar y dejarnos tirados en el peor de los
momentos, o tener alguna enfermedad o lesión y es cuando echamos de menos a otros amigos en
quien apoyarnos.
Pero un código no escrito de los viajeros llamado libertad,
hace casi imposible compartir ruta y
tiempo con otros.
La libertad de elegir que hacer en cada momento, la libertad
de la ruta a seguir, la libertad de administrar tu tiempo, la libertad de
escoger tus riesgos……hace muy difícil ir acompañados.
¡Qué filopensamiento! Estás hecho un filósofo de primera.
ResponderEliminarBuen viaje.