domingo, 2 de febrero de 2020

Perú, Lima y la Reserva Paracas.



Iniciamos nuestra siguiente etapa dejando el parque nacional del Huascarán. Pasamos la noche en el pueblo Conococha a 4.100 m. junto al lago del mismo nombre.




La carretera hacia la costa desciende en un interminable puerto de miles de curvas.







En Végueta, junto al Pacifico se encuentran las ruinas Vichama.







Posiblemente se trata de las ruinas más antiguas de América, que junto con las de Caral, datan de un periodo entre 1.800 a 1.500 a.C.







Hablan de un cambio climático que hubo en esa fecha, que causo una hambruna, como lo demuestran los relieves encontrados de figuras famélicas.







El paisaje costero sigue siendo desértico, con algunas zonas aisladas de cultivos.







Continuando hacia el sur entramos en Lima, una súper urbe, con más de 9 millones de habitantes. Aquí se concentra un tercio de la población del país.




No es el mejor destino para visitar con nuestro camión. Después de varias horas de búsqueda de un parking, por fin lo conseguimos junto a la playa en el barrio de Miraflores.




Miraflores es el barrio más elitista, seguro y prospero de la ciudad. En él se concentran la mayoría de zonas comerciales, tiendas, teatros, galerías de arte, etc.…..




Desde aquí un autobús nos lleva por la recta avenida Arequipa, de más de 6 km., hasta el centro histórico.




Lima fue fundada por Francisco Pizarro en 1535 y fue la capital del imperio español en Sudamérica durante casi dos siglos.










De la importancia de aquellos tiempos dan fe los numerosos edificios eclesiásticos y gubernamentales que se concentran en torno a la plaza mayor.










De entre todos ellos destaca el impresionante complejo colonial de San Francisco, con su fachada barroca.




Es muy interesante la visita del convento recorriendo el claustro, las catacumbas o su impresionante biblioteca con más de 20.000 libros de los siglos XV – XVII, muchos de ellos primeras ediciones y pergaminos. Es una pena que no esté permitido hacer fotos en el interior.







Abandonamos la bulliciosa y brumosa ciudad de Lima, buscando de nuevo nuestra tranquilidad, que la encontramos en Puerto Viejo a 70 km. al sur.







La corriente fría de Humboldt se extiende a lo largo de la costa de Perú, creando esa bruma permanente.




Continuamos hacia el sur pegados a la costa.




Y llegamos a Pisco donde se elabora el conocido licor peruano y donde se encuentran más de 80 bodegas. Queríamos comprar vino tinto pero no fue posible porque los peruanos solo consumen un vino dulce.




Cerca de aquí se encuentra la Hacienda San José que fue levantada por los jesuitas como plantación de azúcar en 1688.










Fue de las más ricas de la zona y en ella llegaron a trabajar hasta 1000 esclavos.




Su visita nos permite imaginar cómo era la vida en el siglo XVII, con su rica mansión, sus catacumbas y sus celdas de castigo.







Siguiendo hacia el sur, entramos en la Reserva Nacional de Paracas.




Es la mayor zona costera protegida de Perú. El desierto se encuentra con el mar ofreciendo un impresionante paisaje.







Nuestra primera parada la hacemos en Lagunillas, un puerto pesquero con varios restaurantes de pescado, rodeado de hermosas playas donde se puede pasar la noche.







Los grandes pelícanos conviven con los pescadores a la espera de pillar los despojos  de la pesca.










Por numerosas pistas que se entrecruzan nos adentramos hacia el sur descubriendo en cada elevación un paisaje que supera al anterior.













Algunos pescadores viven en improvisadas cabañas y alternan la pesca con la recogida y secado de algas que venden para la exportación.




Qué valor tendrán para sacarlas de la playa aunque sea por los acantilados.




Alrededor de estas cabañas merodea un zorro acostumbrado a ellos porque le suministran agua y a veces algo de comida.




Durante los días que pasamos en este parque, tuvimos la suerte de disfrutar de nuestras dos grandes pasiones, el desierto y el mar.







En las salinas de Otuma los flamencos chilenos hacen un alto en su migración.







Esta reserva posee una gran diversidad de aves, mamíferos, moluscos, reptiles…….




El desierto de extiende hacia el sur tantos kilómetros como días queramos disfrutar de él.




En Laguna Grande hay otra aldea de pescadores.







Algunos imprudentes se acercan demasiado a la arena.




La Reserva de Paracas es un lugar ideal para perderse y disfrutar de la soledad, el mar y el desierto.













Mapas del recorrido.







Filopensamientos y otras cosas……

Algunas veces cuando la climatología es muy adversa, las condiciones del terreno difíciles o la soledad de las rutas apartadas e inhóspitas, nos hace pensar lo apropiado que sería compartir estas dificultades con otro camión, otros viajeros en los que apoyarnos cuando la dudas de continuar hacia adelante nos quiebra nuestra determinación y arrojo.

En esas circunstancias extremas nos viene al pensamiento que dependemos de una maquina que puede fallar y dejarnos tirados en el peor de los momentos, o tener alguna enfermedad o lesión y  es cuando echamos de menos a otros amigos en quien apoyarnos.

Pero un código no escrito de los viajeros llamado libertad, hace casi imposible  compartir ruta y tiempo con otros.

La libertad de elegir que hacer en cada momento, la libertad de la ruta a seguir, la libertad de administrar tu tiempo, la libertad de escoger tus riesgos……hace muy difícil ir acompañados.

1 comentario:

  1. ¡Qué filopensamiento! Estás hecho un filósofo de primera.
    Buen viaje.

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