Seguimos en la zona de San Agustín visitando otros yacimientos
arqueológicos.
Una buena caminata con espectaculares vistas sobre la profunda
garganta del río Magdalena, nos lleva hasta la Chaquira, con divinidades
esculpidas en la ladera de la montaña.
El camino discurre entre distintas haciendas y en una de ellas
nos paramos a observar como entrenan a unos gallos de pelea.
Los preparan en resistencia para que aguanten los diez minutos
que dura el asalto. Ahora los espolones los llevan cubiertos para que no se
dañen. En Colombia están protegidas por ley las peleas de gallos y las corridas
de toros.
Siguiendo nuestro recorrido llegamos al Tablón, donde se
encuentran cinco estatuas. Una de ellas de 2,20 m.de altura cuyos ornamentos señalan
el nivel técnico de sus talladores.
Desde aquí nos dirigimos al Estrecho del río Magdalena, y
aunque solo nos separan seis kilómetros, el asfalto da paso a una mala pista de
tierra o destapao como dicen ellos.
Llegamos al anochecer y aparcamos junto a la carretera
rodeados de montañas y un denso bosque cubierto de niebla.
El Estrecho es una agosta garganta rocosa de 2,2 metros que
comprime al río en un soberbio entorno.
Regresamos a San Agustín y tomamos la carretera a San José de
Isnos. Paramos en el camino para ver el Salto de Mortiño.
Un salto de agua de 170 metros en un encajonado cañón.
En San José de Isnos nos desviamos al parque arqueológico del
Alto de los Ídolos, en un hermoso paraje verde acompañado del imponente río
Magdalena.
Un camino empedrado nos lleva por las distintas tumbas
megalíticas.
También hay numerosas estatuas, que como guardianes se
situaban al frente de las tumbas.
Algunos sarcófagos conservan las tapas de piedra esculpida.
De aquí nos vamos al siguiente grupo arqueológico llamado el
Alto de las Piedras. Por el camino los campesinos están recolectando la caña de
azúcar y la llevan a los molinos para sacar su jugo azucarado que transformaran
en panela, que es como un ladrillo de azúcar.
El Alto de las Piedras pertenece como los anteriores al
periodo Clásico Regional ( 1 d.C. al 900 d.C.)y vuelve a ser un espacio sagrado con varios
montículos funerarios.
Siguiendo la misma pista llegamos al pueblo Salto de Bordones,
donde nos instalamos en la plaza de la iglesia.
La cascada de Bordones está catalogada como una de las caídas
de agua más imponentes del sur de América, con una altura de 400 metros.
Descendemos por un camino embarrado por las últimas lluvias,
con vistas espectaculares de la cascada y de las montañas que rodean el valle.
El camino cerca de la poza se hace impracticable y no podemos
acceder a ella después de una hora de descenso.
Siempre que nos adentramos en el bosque nuboso encontramos
numerosas escolopendras.
Después de la caminata un merecido descanso con un magnífico
jugo de guanábana con leche.
Dejamos esta zona arqueológica y nos dirigimos a Popayán. Al
principio la carreta está en buen estado y antes de adentrarnos en el páramo
pasamos un control militar.
Unos kilómetros después el asfalto desaparece y se convierte
en una pista horrorosa, además estamos a mediados de mayo en plena época
de lluvias.
Hay bastante tráfico de camiones y la pista es muy estrecha.
No podemos orillarnos pues las cunetas de barro no aguantan el
peso del camión y son una trampa. Como se ve en la foto.
Por todo esto tardamos más de tres horas en hacer 38
kilómetros.
Sobrepasados los 3.200 metros de altitud la selva nubosa deja
paso al páramo, con un clima riguroso y una flora limitada, que presenta un
aspecto extraño e interesante.
Conforme la carretera desciende aparecen otra vez los verdes
pastos de las zonas habitadas.
Popayán es la ciudad colonial más importante después de
Cartagena. Entrando visitamos la Ermita de Belén, que es la más antigua de la
ciudad, erigida en 1.546.
A Popayán se la conoce como la Ciudad Blanca por sus fachadas
encaladas.
Fundada en 1537 por Sebastián de Belalcazar, se convirtió en
una importante parada entre Cartagena y Quito.
Paseando por su casco antiguo descubrimos la riqueza que esta urbe
tuvo en otros tiempos, plagada de Iglesias, casas señoriales, conventos…..hoy
muchos de ellos acondicionados como museos y hoteles.
Después de un mes y medio en Colombia, ha llegado el momento
de cambiar de país. Nos dirigimos hacia la frontera con Ecuador, siguiendo la
cadena de los Andes con sus bellos paisajes.
Como en toda Colombia los peajes de carretera se siguen
sucediendo.
Pasamos Pasto y en Ipiales, ya pegados a la frontera, nos
desviamos hacia el Santuario de Las Lajas.
En la aldea de Las Lajas se encuentra este extraño y a la vez
espectacular santuario.
De construcción neogótica, a horcajadas de un profundo cañón, está emplazado
en la roca donde se apareció la Virgen.
En los alrededores vemos las primeras llamas de los Andes.
La última noche en Colombia la pasamos en Ipiales, una fea y
comercial ciudad. La sensación de inseguridad al pasear por sus calles hizo que
durmiéramos en un parqueadero, como le llaman aquí.
A siete kilómetros está la frontera con Ecuador en el puente
de Rumichaca. Los trámites de salida fueron muy rápidos y sencillos. Sellar el
pasaporte y entregar el documento de importación temporal del vehículo.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas………………….
Colombia es un enorme país, con una extensión equiparable a
Francia, España y Portugal juntos.
Después de recorrer 3.100 km sabemos que sus carreteras
nacionales están en un aceptable estado, no ocurre lo mismo con sus secundarias
que son una caja de sorpresas. Nos ha
llamado la atención la cantidad de vallas de espinos que hay por todo el país y
que bordean la carretera imposibilitando cualquier parada.
Hemos pasado un total de 35 peajes que han sumado 102 euros.
Al ser un camión vivienda y solo tener cuatro ruedas paga la tarifa de un turismo.
El precio del gasoil varía según la provincia, y puede oscilar
entre 7000 a 9500 pesos el galón. Nuestra media resulto de 0,75 euros/litro.
Aunque la imagen de Colombia es de un país inseguro, nosotros
no hemos tenido ningún problema, también es cierto que hemos actuado con
precaución y pernoctado en sitios seguros.
Con respecto al turismo a Colombia le queda mucho por hacer,
empezando por llegar a acuerdos entre el gobierno, los propietarios de los
terrenos y las comunidades indígenas. Todos quieren sacar su tajada, pero sin
hacer nada a cambio, como mejorar caminos, señalizarlos o adecuar
instalaciones.
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