Dejamos atrás el clima benigno de San Francisco de la Sierra y
descendemos para retomar la carretera hacia el sur.
Llegamos después a San Ignacio, teniendo la sensación de estar
en un oasis de Marruecos.
El pueblo se asienta junto al rio del mismo nombre, rodeado de
un gran palmeral.
Su principal atractivo es la iglesia, la mejor conservada de
Baja California. La encalada fachada barroca contiene adornos de piedra
volcánica roja.
Esta misión fue fundada por los jesuitas en 1728, aunque la
iglesia que vemos hoy fue construida por los dominicos en 1786.
El volcán de las Tres Vírgenes se yergue sobre la árida
planicie, destacando en el horizonte.
Llegando a Santa Rosalía vemos por primera vez el Mar de
Cortés, que se extiende entre la península y el continente.
Esta población se fundó alrededor de una mina de cobre, hoy
agotada. Numerosos galpones y estructuras de madera y hierro quedan como
testigos.
Más al sur se encuentra Mulegé con una ría de agua que entra
hacia el interior, aunque sus playas no son especialmente buenas.
Unos kilómetros después llegamos a Bahía Concepción con sus
magnificas playas, como la de Santispac, dulcificada por el mar interior de
Cortes, donde por fin las aguas no están frías.
La carretera continúa pegada a la costa mostrando más bellos
paisajes.
A última hora del día llegamos a la playa del Requesón y allí
nos quedamos a pasar la noche.
El paisaje interior sigue inmutable desde hace más de 1000 km.
Pasado Loreto la carretera vuelve a asomarse al mar, donde se suceden
apetecibles playas para el baño.
Cerca de Juncalito la carretera se comprime entre la sierra de
la Giganta y el mar, ofreciendo un paisaje más verde, seguramente favorecido
por la humedad del mar y estas altas montañas.
Juncalito también fue una buena opción para pasar la noche, observando encantados como pescaban un grupo de pelícanos a pocos metros del camión.
Conforme nos acercamos al sur de la península el turismo
americano de resort y campos de golf empieza a notarse.
De nuevo la carretera se vuelve aburrida, estrecha y peligrosa
por el desolado interior. 320 km. desde que dejamos las ultimas playas hasta
nuestra entrada en La Paz.
La Paz es la capital del estado Baja California Sur y se
asienta junto a la mayor bahía del Mar de Cortés. Un malecón de tres kilómetros
salpicado de palmeras, hoteles y restaurantes bordea la ciudad.
En esta bahía se encuentran también numerosas y bonitas playas
de arena blanca, como la del Tesoro, Pinchilingue y Tecolote.
Nuestro tiempo en la península de Baja California ha terminado
y nos dirigimos al puerto para embarcar hacia el continente.
Salimos pasado el mediodía. El pasaje del camión nos costó
7500 pesos, que incluye al conductor y el acompañante paga 1100 pesos más.
Total fueron unos 390 euros.
Una agradable travesía, en un cuidado barco, en el que incluso
tuvimos música en vivo en el salón del bar.
Llegamos a Topolobampo de noche, después de siete horas de navegación.
Dormimos en el animado malecón de la ciudad, al otro lado del
puerto.
Desde aquí hicimos de un tirón los 456 km. hasta Mazatlán,
tenemos muchos kilómetros que recorrer por Méjico y poco tiempo.
Mazatlán, situado justo al sur del trópico de cáncer, es un
lugar turístico por su agradable clima y los casi veinte kilómetros de playas.
Aquí nos despedimos de los baños en el Pacifico.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas………………..
Baja California, con sus 1300 km. de longitud de norte a sur,
es un territorio todavía salvaje de desnudas montañas, áridas planicies, cactus
gigantes y playas de ensueño, donde podemos descubrir su abundante vida marina:
leones y elefantes marinos, ballenas, tiburones………
Son tantas las playas, ensenadas y sitios a conocer, que
harían falta varios meses para verlo todo.
A lo largo de nuestro recorrido no hemos tenido ningún
problema de seguridad, tampoco ningún incidente con la policía, solo algún
registro rutinario en los controles que el ejército hace a lo largo de la carretera y siempre han sido
correctos y amables en el trato.
Volvemos a repetir que el principal peligro es su carretera,
no por el estado de su firme, sino por lo estrecho de su vía, agravado esto
porque en la mayor parte de su trazado la carretera esta sobre elevada y poner
una rueda en el arcén significaría dar varias vueltas de campana.
La carretera esta tristemente jalonada por las cruces de los
que aquí dejaron sus vidas.
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