Desde San Diego nos desviamos unos 40 km. hacia el interior
para cruzar por el puerto fronterizo de Tecate, eludiendo así el multitudinario
de Tijuana, donde más de 300.000 personas cruzan a diario.
Los trámites aduaneros son los siguientes: visado del
pasaporte que nos costó 24 euros a cada uno y la importación temporal del
vehículo 50 euros más. Es necesario tener la documentación del camión con la
ITV sin caducar. Se puede pagar en dólares, pesos o tarjeta de crédito, nunca
con euros.
De Tecate nos dirigimos hacia el suroeste buscando de nuevo la
suavidad del clima de la costa del Pacifico.
En la Bahía de Todos los Santos se encuentra la populosa
ciudad de Ensenada con casi medio millón de habitantes.
Llegamos en domingo y había un ambiente festivo que no
habíamos encontrado en toda U.S.A.
Un paseo por el puerto y sus alrededores nos llevo a la Plaza
Cívica donde están las grandes cabezas esculpidas de los héroes nacionales,
Juárez, Hidalgo y Carranza.
El Rivera del Pacifico fue un hotel de la década de 1930 ahora
utilizado como museo.
En un extremo esta el Centro Cívico con una lectura que recuerda que aquí
se invento la famosa Margarita.
A la salida de Ensenada, en una fábrica de hielo, llenamos el
tanque de agua.
En la oficina de turismo nos recomiendan que vayamos al cabo
que cierra esta ensenada por el sur donde está la famosa Bufadora.
La Bufadora es una hendidura en la roca que produce violentos
chorros de agua que suben estrepitosamente a gran altura, sobre todo con tiempo
ventoso, que no fue nuestro caso.
Lo que no esperábamos encontrar fue una multitudinaria
concentración popular que abarrotaban chiringuitos de comida y tiendas de
recuerdos.
Continuamos por la Mex 1, la carretera que bordea la costa del
Pacifico, conocida como la ruta del vino.
En Ejido Eréndira hicimos la primera incursión hacia la playa.
Acampamos junto a una pequeña cala cerca del pueblo.
Nuestra siguiente parada nos lleva a Punta Colonet por una
pista de tierra poco mantenida.
Acampamos en la cadena de dunas que nos separa del mar.
Después de la bulliciosa y urbanizada costa californiana,
estábamos deseando encontrar playas de arena fina que se pierdan en el horizonte.
Aquí descubrimos unas enormes almejas. Con dos de ellas
tuvimos el aperitivo.
Otras zonas de la playa estaban cubiertas de pequeñas
coquillas.
La playa se extiende tantos kilómetros que decidimos sacar las
bicicletas para recorrerla con la marea baja.
Cualquiera de estos lugares daría para estar semanas, pero
tenemos que continuar hacia el sur, quedan muchos lugares que explorar. En el
pueblo de San Quintín hacemos una parada de avituallamiento.
Nos desviamos hacia la costa por una pista en muy mal estado
hacia el pequeño poblado de La Chorera.
Desde el parte una cadena de dunas, junto a viejos volcanes,
que forman una reserva marina.
Dentro de la reserva continúa viviendo una familia que se
dedica a la captura de otras y mejillones. Estos últimos los limpian y los
envían a las piscifactorías de Sinaloa como comida para los camarones.
Nunca antes habíamos visto mejillones tan grandes.
En la playa encontramos restos de la abundante vida de este
mar, como estos dólares de arena, como los llaman los americanos.
Estas águilas también se aprovechan de los restos de una
ballena que la mar arrojó a la playa.
El pueblo es tan feo, destartalado y sucio, que lo único que
se salva para una fotografía es el colegio.
Al otro lado de la bahía, junto al Hotel Santa Maria, paramos
otra noche en su inmensa y llana playa de arena fina.
Unos 40 km. más al sur nos desviamos hacia La Lobera. Otra
pista en pésimo estado con algunos
tramos de autentico trial, y aunque solo son cuatro kilómetros se hacen muy
pesados.
La lobera es una cueva con una salida al mar donde hay una
colonia de leones marinos, que los mejicanos denominan lobos marinos.
Lo más interesante de la zona es recorrer sus acantilados.
El mar, con sus continuas embestidas, ha horadado la piedra
blanda de arenisca, formando túneles, puentes y hendiduras, creando un paisaje
costero diferente.
Las aves marinas, como pelicanos y cormoranes, se sienten
seguros en los islotes de la costa.
Junto a la lobera hay construida una piscifactoría. Las
condiciones del agua a 16º eran optimas para la cría de alevines, pero un año
la temperatura subió hasta los 30º y murieron casi todas las crías. Desde
entonces no se arriesgan a que vuelva a suceder y ha quedado en desuso.
El tiempo que permanecimos allí, el perro del vigilante
Canelo, nos hacía de guía.
Allí dejamos jugando con las olas a los leones marinos.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas…………
La primera impresión que nos causa la Baja California es de
una tierra árida, áspera y dura, erizada de cactus y con poca agua.
Viniendo de los países del norte, tan limpios y asépticos, la
basura a lo largo de la carretera y en los pueblos llama poderosamente la
atención.
Pero una vez superado esto, cuando comienzas a descubrir sus
grandes ensenadas, playas de arena blanca que se alargan hasta el horizonte,
cadenas de dunas, acantilados rocosos o el inhóspito desierto central, empiezas
a ver esta tierra con otros ojos.
Aquí puedes acampar libremente junto a un poblado de
pescadores, en lo alto de un acantilado oyendo el bramido de los leones
marinos, o en una playa solitaria donde en decenas de kilómetros no habita
nadie y no hay un ruido de motor o maquina.
Aquí todavía puedes coger tu mismo mejillones, bígaros,
almejas….o comprar a los pescadores el pescado del día, sin tener que pasar por
el supermercado a comprar algo congelado y envasado que ni siquiera sabes que
es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario