Para salir de Nepal hacia Myanmar necesitamos un nuevo visado
para India, que lo solicitamos en la embajada de Katmandú (N 27º 43’ 16.3’’ E 85º
19’ 04.1’’). Este trámite, aquí se demora una semana, tiempo que aprovechamos
para salir unos días de la ciudad, alejándonos de su fuerte contaminación.
Nuestra primera parada es el pueblo de Bodhnath, centro de la comunidad tibetana en Nepal que
alberga la estupa más grande de Asia, una espectacular cúpula blanca, rematada
por una aguja donde flamean las banderas de oración.
Los peregrinos recorren cientos de kilómetros para acudir a
ella bajo los atentos ojos de buda. Históricamente la estupa era una importante
parada en la ruta comercial entre Lhasa y Katmandú; los comerciantes tibetanos
solían rezar aquí por un viaje seguro, antes de conducir a sus yaks por los
altos puertos del Himalaya.
Una enorme plaza circular rodea la estupa donde un hervidero
de turistas, monjes y peregrinos, ha hecho surgir numerosas tiendas de souvenir.
A cuatro kilómetros de Bodhnath, junto al rio Bagmati, se
encuentra el templo de Gokarna dedicado a Siva en su encarnación de Mahadeva
(Gran Dios). Este bonito templo de tres niveles es una excelente muestra de
estilo newa.
La principal razón para visitarlo suele ser contemplar sus
exquisitas tallas de madera, algunas con más de mil años de antigüedad.
Cerca de Gokarna, en las colinas del norte de Katmandú, visitamos
algunos de sus monasterios. Una bonita y placentera excursión, por un camino
que discurre entre pinos bajo las numerosas banderas de oraciones que los
peregrinos prenden de los arboles.
El monasterio de Kopan se alza en lo alto de una colina,
rodeado por un cuidado jardín con numerosas y coloridas estupas.
Teníamos especial interés en conocer este monasterio. A la
muerte de su fundador el lama Thubten Yeshe en 1984, se inicia la búsqueda de
su reencarnación por todo el mundo y siguiendo los indicios dan con él en una
pequeña comunidad budista en las Alpujarras. Con solo dos años Osel Hita Torres
es el nuevo lama, aunque después de 18 años abandonó el monasterio. Las
influencias de occidente fueron más fuertes. Hoy vive en Ibiza y su futuro es
incierto atrapado entre culturas y tradiciones.
Preguntado por su predecesor el lama Yeshe contesta, “no sé si
esta dentro o fuera de mi, pero es uno de mis mejores amigos”
Era domingo por la mañana y ascendiendo la colina hacia el
monasterio ya escuchábamos los mantras acompañados del sonar de las trompetas y
tambores.
Cuando entramos en la sala de oración toda la comunidad
reunida leían y cantaban en voz alta. Nos sentamos en un lateral y nos
indicaron que no hiciéramos fotos durante la ceremonia.
No sabemos cuanto tiempo estuvimos escuchándoles, si que fue
de esos momentos mágicos que de vez en cuando, los viajeros tenemos oportunidad
de encontrar. La voces de los monjes y el sonar de las trompetas y tambores, la
tenue luz que las cortinas tamizaban hacían que el lugar resultara mágico para
la meditación. Uno de esas ocasiones que quedan impresas en la mente como
resumen de un largo viaje.
Regresamos a Katmandú para conocer su centro histórico, allí
donde las callejuelas estrechas dan cobijo a artesanos y comerciantes y nos
transportan a otro tiempo pasado.
En la vieja ciudad muchos edificios cuentan con unas terrazas
sobre elevadas a pie de calle donde la gente del barrio se reúne a charlar.
Deambulando entre callejuelas llegamos a la impresionante
plaza Durban, donde se coronaba a los reyes, en ella residían y desde ella
ejercían el poder.
En una de sus plazas estaban montando, a modo de gigantesco
puzle, unas enormes carrozas en las que transportaran la estatua del rostro
blanco de Seto Machhendranath, que da inicio a la fiesta en su honor.
Esta visita es una experiencia sumamente intensa, embriagadora
y sorprendente, que puede saturar los sentidos mientras se recorren sus
concurridas callejuelas del casco antiguo, admirando sus numerosos monumentos,
palacios y museos.
Numerosas tiendas de recuerdos, antigüedades y arte inundan
las callejuelas que han florecido ante el turismo masivo que recibe esta
ciudad.
Alguien dijo que un buen viajero debería de conocer Tombuctú,
Samarcanda y Katmandú. Esta última también quedara para siempre en nuestro
recuerdo.
Después de obtener los visados de India y Myanmar salimos de
Katmandú en dirección este, hacia Bhaktapur.
Ahora circulamos por una nueva carretera que une los pueblos
de Dhulikhel y Sindhulimadi, atravesando la cordillera de Mahabharat.
Un sinuoso puerto con una carretera de vértigo nos ofrece
espectaculares vistas de los valles de esta cordillera.
Después de 175 kilómetros enlazamos con la Mahendra highway que sigue discurriendo por
las llanuras del Terai.
Algunas veces tenemos la sensación de que no estamos viajando,
es como si el gran parabrisas del camión fuera una pantalla de cine, donde
discurre la vida de otros pueblos. Esta vez una comitiva fúnebre se dirige al
lugar del crematorio.
Muy cerca de la orilla se escava una zanja en forma de cruz
para facilitar el paso del aire y mejorar la combustión. Luego se va
amontonando la leña, introduciendo en medio el cuerpo del difunto. La persona
más allegada a él, en este caso su marido vestido de blanco se purifica en el
rio y prende la pira funeraria por los cuatro lados.
Un grupo de músicos tocan sus instrumentos y cantan durante la
ceremonia, a la que solo asisten los hombres.
El paso fronterizo es caótico, un despropósito de edificios,
oficinas y funcionarios sin un solo cartel que indique nada. Es una mezcla de
jeroglífico y crucigrama que hay que resolver para que te sellen los papeles de
salida.
Filopensamientos y otras cosas………..
Hace 60 millones de años el mar bañaba las llanuras del Terai
cuando la placa indo australiana choco con el continente euroasiático,
levantando la corteza terrestre y formando las imponentes montañas del Himalaya
que se elevan en un paisaje espectacular desde el Terai a 70 m. sobre el nivel
del mar a la cima del Everest a 8848 m.
Esta placa continúa deslizándose bajo el Himalaya elevando
esta cordillera a un ritmo de 27 mm. al año. Estas tremendas fuerzas telúricas
que se acumulan durante años rompen cíclicamente ocasionando los desbastadores
terremotos que arrasan este pobre país, como el acaecido en 1934 o el ultimo
unas semanas después de dejar nosotros Nepal.
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