Llegamos al pequeño pueblo de Bulunkul en la meseta del Pamir.
Estamos a primeros de julio y hace frio, ¿Cómo será vivir aquí en lo más crudo
del invierno?
Desde allí siguiendo la
pista unos seis km. llegamos al lago Yashilkul. Aunque el paraje es totalmente
desértico, los colores de sus montañas que contrastan con el azul de sus aguas
crean un entorno de una singular belleza. Sus dimensiones son tan colosales que
casi hacen desaparecer al camión.
Como esa noche nuestras amigas se quedan a dormir en el camión,
montamos la tienda de campaña para que Evaristo deje mas intimidad y espacio a
las mujeres.
Al día siguiente en el desayuno todos comentamos la mala noche
pasada con dolor de cabeza y malestar general, era el mal de altura que
empezaba a afectarnos. (A 4000 m. hay un 38% menos de oxigeno) Con unas
aspirinas conseguimos contrarrestar sus efectos. Salvo Mercedes que necesito un
poco más de tiempo.
Qué difícil es abandonar estos lugares de inmensa soledad que
tanto nos atraen.
Atrás dejamos el pueblo de Bulunkul envueltos en este
desolador entorno. Sus montañas peladas y pintadas de extraños colores nos
atraen y nos atemorizan con la misma intensidad.
Este extraño paraje lunar de vez en cuando se ve embellecido
por pequeños lagos salados y jirones de nieve en lo alto de las montañas.
Seguimos por el plateau del Pamir que se mantiene entre los 3800
y los 4200 m. de altitud.
Las llanuras del rio Alichur son las más fértiles de la región
albergando al pueblo del mismo nombre. Durante el verano las yurtas Kyrgyz se
asientan en estas verdes praderas.
La elevada altitud solo deja crecer pequeñas hierbas con las
que se alimentan los rebaños que suben a estas tierras en el corto verano.
Conociendo la hospitalidad de los Tajiks, paramos a tomar un té con una familia que
criaban yaks.
De estos animales tan bien adaptados al medio depende la
subsistencia de las gentes que habitan estas tierras. La base de su
alimentación es la leche y sus derivados, quesos, yogurt…. El combustible, tan
necesario para caldear las casas en los duros inviernos, son las boñigas secas, que arden bien, hacen poco
humo y no huelen.
La carretera sigue alternando tramos de tierra y asfalto,
aunque estos últimos a veces están peor que la tierra. Seguimos cruzándonos con
los enormes camiones chinos, viajan en convoy para ayudarse en esta larga y arriesgada
travesía de más de 1700 km. y varias semanas de duración.
Murgab es el último pueblo importante de la ruta del Pamir,
donde se encuentra el cruce con la carretera que viene de China. Aprovechamos
para hacer algunas compras y acampamos a las afueras.
A partir de aquí el tráfico es muy escaso. La carretera
continua ascendiendo rodeada de parajes de una belleza insólita, irreal, como
de otro planeta.
Aquel día amaneció encapotado y la temperatura bajo
drásticamente, ahora la ruta transita junto a grandes neveros.
En unos kilómetros nos encontramos con un viejo todoterreno
averiado en la cuneta. Habían pinchado y no tenían parches. Nos quedamos con
ellos hasta arreglar la rueda. El frio en aquellos momentos unido a la ventisca
de agua nieve hacia difícil el trabajo.
Cerca del paso del Ak-Baital la pista se va deteriorando y las
condiciones atmosféricas se ponen más duras.
Ahora sabemos el porqué del nombre de Ak-Baital , que
significa Caballo blanco. Parece que estamos en lo más crudo del invierno y son
los primeros días de julio.
La ventisca y la nieve azotaban nuestras caras clavándose como
alfileres. Nuestro GPS marca los 4670 m., esta carretera nacional, junto a la
del Karakorum, son las más altas del mundo.
El tiempo arriba era demasiado duro e iniciamos rápidamente el
descenso.
Poco a poco la nieve va desapareciendo y solo algunos neveros
quedan en las zonas de más umbría.
Ahora circulamos muy próximos a la valla que marca la frontera con China.
Unos 60 km. después del paso Ak-Baital, manteniéndonos todavía
en la cota de los 4000 m., llegamos al lago Karakul que le da nombre al pueblo
que se asienta junto a su ribera.
Aquí nos reunimos de nuevo con Mercedes e Ines. Su coche
perdía agua por alguna rotura del sistema de refrigeración y no podía continuar
hacia Kirguistán.
El lago salado Karakul es el más grande de todo el Pamir, se
formo por la caída de un meteorito hace aproximadamente diez millones de años. La
mitad del año permanece helado.
Continuamos juntos hasta encontrarnos con otro coche que desde
Kirguistán habían mandado para recogerlas.
La última noche en Tayikistán paramos a unos ocho kilómetros
del paso fronterizo. La recordaremos por ser la noche más fría pasada en este
país. La ventisca era tan fuerte que nos impedía abrir las puertas para bajar
de la cabina. En unos minutos todo se cubrió de nieve y a esa hora incierta,
entre el día y la noche, nuestro entorno era tan blanco que no se distinguía el
horizonte entre el cielo y la tierra.
Por la mañana nos costó encender el butano. La falta de
oxigeno y el frio también afectaron a la puesta en marcha del motor, que aunque
arranco a la primera empezó fallando en 4 o 5 cilindros que enseguida redondeo.
Pasamos los trámites aduaneros sin mayor problema y la policía nos dijo que esa
noche el termómetro había descendido hasta los 10º bajo cero.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas……….
Íbamos despacio, saboreando este momento que sabíamos
especial. Tampoco el motor daba para más, en las ultimas rampas debido a la
pobre combustión por la falta de oxigeno a los 4670 m. casi un 42% menos, tuve
que poner primera para llegar a lo alto del paso.
Podía ser un lugar como otro cualquiera, un paisaje yermo y estéril,
un desierto helado sin vida, donde sentíamos una inmensa soledad.
De nuestro interior emanaban sentimientos contradictorios,
miedo por encontrarnos en este paraje tan remoto, frio y desértico, miedo a que
pasara algo a nosotros o al camión, pero al mismo tiempo una satisfacción
serena y alegre de ser capaces de llevar a cabo este largo viaje, solos y por
nuestros propios medios.
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