El norte de Kenia es una región remota y poco habitada, una de
las últimas grandes zonas salvajes de África.
En un paisaje desértico, cubierto de matorral y rocas, viven
algunas de las tribus de pastores más carismáticas del este del continente.
El agua es un bien muy escaso y a veces, según las épocas, las
mujeres utilizan muchas horas del día para abastecerse de ella, recorriendo
grandes distancias.
A estas tres mujeres las recogimos con el camión y nos
contaron que todos los días tardaban cuatro horas en su recorrido a por agua.
Ese día les ahorramos dos.
Casi dos días nos lleva hacer los 120 km. de pista hasta
Marsabit, esta es la población más importante del norte y se asienta en un
macizo montañoso a 1.700 metros. Parece un oasis de aire fresco y húmedo en
medio de la sequedad del desierto.
Esta población es una pequeña torre de babel pues en ella
habitan somalíes, rendille, samburu, turkana, borana, gabbra……
Continuando hacia el norte, la pista se vuelve cada vez más
dura. La ondulación es tan severa y los baches tan profundos que nos impiden ir
a una velocidad razonable (50 km/hora) para poder contrarrestar las
vibraciones.
Tenemos que bajar la velocidad hasta el punto de ir en
primera. Nos podríamos bajar del camión e ir andando a su lado. Un buen
ejercicio para practicar la paciencia, tan necesaria para viajar por África.
La vista se nos pierde en la lejanía dominada por la aridez
del entorno, aunque también aquí la vida ha encontrado su manera de subsistir.
Después de todo un día hemos hecho 50 kilómetros (hay que tener
en cuenta que el camión pesa 11 toneladas, su suspensión es mucho más dura que
un todo terreno y la agilidad del cambio de marchas y frenado mucho más lenta).
Llegamos a la pequeña aldea gabbra de
Bubisa.
Los gabbra es un
pueblo nómada de pastores que ha sabido adaptarse a la severidad y austeridad
de estas yermas tierras.
Aquella noche se levanto una gran tormenta de arena. Hacía mucho calor y todas
las ventanas del camión estaban abiertas. Cuando nos despertamos de madrugada
la cama, la mesa, el suelo todo estaba cubierto por una capa de polvo.
Por la mañana nos enteramos que Bubisa significa lugar de mucho viento. Los gabbra para
protegerse de esta climatología adversa han elegido como sitio para asentarse
la ladera de una colina protegidos con pedrizas del viento predominante.
Sus chozas están construidas sobre un entramado de ramas y cubierta
de telas, esteras, plásticos, pieles, etcétera, dándole el aspecto de un colorido
iglú.
El interior es muy espacioso y permite estar de pie cómodamente,
siendo muy confortable y sorprendentemente no entra polvo.
Otras telas cubren las paredes a modo de decoración. La
estancia está dividida en dos, la entrada donde se hace el fuego y la vida y el
interior donde están los jergones.
No esperábamos ver en este país, a esta latitud tan próxima al
ecuador, tal cantidad de manadas de camellos.
Cerca de la frontera con Etiopia encontramos los primeros boranas, que identificamos por la
decoración exterior de sus chozas.
Después de seis días y 350 kilómetros para cruzar estos
desiertos llegamos a Moyale, la frontera con Etiopia.
Internándonos por sus sucias y transitadas calles, buscamos el
mercado, único lugar posible para cambiar la moneda de Kenia por la de Etiopia.
A la mañana siguiente cruzamos la frontera. Los trámites en el
lado keniata fueron rápidos y sin problemas y en el etíope encontramos las
oficinas cerradas, era la hora de la comida que los sábados es de 11:30 a 2:30.
Después todo se resolvió sin mayor contratiempo, aunque fueron los únicos en
todo el viaje que comprobaron el número de chasis en el camión.
Los boranas, como
la mayoría de los pueblos africanos, no entienden de fronteras ya que su
existencia es anterior a los límites fronterizos.
De nuevo, a este lado de África nos llaman la atención los
termiteros por su elevada altura, dominando el paisaje de la sabana.
Reciben este nombre por la costumbre de cantar los hombres en
grupo mientras sacan cubos de agua del
fondo del pozo.
En este pozo eran nueve los hombres que colocados
escalonadamente subían, pasándose de unos a otros, los medios bidones con agua.
De esta los más jóvenes, mujeres y hombres, volvían a elevar
el agua hasta el abrevadero para el ganado.
Todos los días del año, sobre las seis y media de la mañana,
se lleva a cabo este pesado trabajo, que acompasan con sus monótonas y
repetitivas canciones.
Unas horas después los rebaños de vacas llegan a las
proximidades del pozo, donde se ordenan para bajar a abrevar.
De la superficie los animales descienden por una larga rampa
hasta donde está situado el abrevadero.
Desde la frontera con Kenia la carretera asciende hacia las
tierras altas etíopes, situándonos por encima de los 1500 m. de altitud,
refrescando el ambiente con unas suaves y agradables temperaturas entre los 20º
y 30º.
En Yabelo dejamos la carretera nacional que sube hacia el
norte, desviándonos por una pista que nos llevara a Konso.
No siempre es posible hacer un poco de ejercicio por la
naturaleza (no nos fiamos de dejar solo el camión, la vegetación es muy tupida
y no nos deja pasar, hace mucho calor……), pero procuramos que así sea.
La pista discurre por un entorno de gran belleza cruzando de
vez en cuando pequeñas aldeas y salpicado el camino de continuos rebaños.
En toda Etiopia y sobre todo en el sur, el uso de armas está
generalizado debido a los continuos robos de ganado que se producen entre las
distintas tribus. Este hombre que cogimos por la carretera portaba un viejo
fusil tipo máuser de más de cien años.
Filopensamientos y otras cosas………
Kenia posee una increíble variedad de hábitat naturales, entre
los que se incluyen desde bosques tropicales y desiertos a hermosas playas de
arena blanca y sabanas infinitas. Un gran país para visitar y descubrir a los más
de cuarenta grupos étnicos que lo habitan.
Todo ello rodeado de gentes amables y respetuosas con el
viajero, que en todo momento te hacen sentir seguro. Especialmente en su
capital, Nairobi, a pesar de haber tenido la desagradable experiencia de llegar
a ella en el momento del brutal atentado terrorista.
Queridos amigos, hace unos años por casualidad os vi salir del puerto de Cartagena y me interesó vuestra primera aventura. Hoy José Vicente Albadalejo me ha hablado de este vuestro gran segundo periplo y me ha facilitado este enlace. Ya teneis un nuevo seguidor dispuesto a aprender de vuestra aventura de vida.
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