No queremos abandonar Tanzania sin dedicar un capítulo
especial a los últimos bosquimanos, aquí llamados “Hadzare”.
El gran valle del Rift es una fisura geográfica y geológica,
que se extiende a lo largo de unos 8.700 kilómetros, desde el Líbano hasta el
tramo inferior del valle del rio Zambeze en Mozambique. El valle surgió de una
ruptura de la corteza terrestre ocurrida hace unos 15 millones de años.
Hace unos 3,6 millones
de años un grupo de dos o tres homínidos atravesó la llanura de Laetoli, cerca
de la garganta de Olduvai, en el norte de Tanzania y sus huellas quedaron
impresas en la ceniza volcánica. La arqueóloga Mary Leakey las descubrió y
considero que aquellas huellas eran los primeros pasos de nuestros antepasados.
Después, a lo largo de miles de años, el homo habilis, erectus,
sapiens y otros, subieron por este valle del Rift, poblando Asia y
Europa, donde evolucionaron hasta el desarrollo actual.
Mientras tanto aquí, algunas tribus como los hadzare, siguen
viviendo como en la edad de piedra, lo unico que han modificado es su forma de vestir, cambiando las pieles por la ropa occidental.
Manteniendo su lengua de sonidos guturales, que está
considerada como una de las lenguas vivas más antiguas del mundo.
Al ser nómadas no les daban mucha importancia a la
construcción de sus chozas y les gusta que por ellas corra el aire. Son las
construcciones más elementales y rusticas que hemos visto en África. Utilizando
cualquier tipo de material que encuentren.
Son cazadores recolectores, no tienen ganado y no cultivan la
tierra. Es una sociedad anárquica, sin ningún orden jerárquico. En un estudio
antropológico descubrieron que no tienen sentido de la posesión ni de la
previsión.
Viven agrupados en núcleos familiares pequeños de diez a veinte
personas, distribuidas en cinco o seis chozas.
Actualmente están sometidos a una gran presión social por parte
de otras tribus ganaderas, la agricultura extensiva y las grandes reservas de
animales que los han dejado prácticamente sin caza.
Con poco bosque para la caza y separados de los manantiales de
agua, son pocas las opciones de vida que les quedan, es tan grande su
precariedad que viven en un estado permanente de hambre. El padre Miguel, desde
la misión de Mangola, lidera un proyecto de ayuda y protección a esta tribu.
En estos meses pasados en el valle hemos tenido la desgracia
de ser testigos del daño que sigue haciendo el sida en estas sociedades.
Hoy en un pequeño grupo familiar de solo tres chozas,
asistimos al entierro de un adulto. Envuelto en la estera donde dormía es
llevado a su sepultura.
El más anciano de los Hadzare dice una oración según sus ritos
y después le toca el turno al padre Miguel.
Por último la tumba se cubre con tierra, poniendo unas zarzas
de espinos al final para que no se acerquen las alimañas.
Esta forma de enterramiento se hace por imposición del
gobierno desde hace muy poco tiempo. Anteriormente el cadáver se dejaba en su
choza, se cazaba un animal y se depositaba junto a él. El resto de los miembros
abandonaban el asentamiento y las hienas hacían desaparecer los restos.
El pelícano blanco es la mayor ave del hábitat acuático del
país, caracterizado por una gran bolsa amarilla colgando del largo pico y
manchas negras bajo las alas, visibles en vuelo.
Otra de las visitas curiosas recibidas en la misión de Mangola
fue un equipo de rodaje subvencionado por la fundación del juez Baltasar
Garzón. Venían a grabar un documental sobre la vida de los Hadzare.
Pese a la fama que le dan los medios nos sorprendió su
sencillez y cercanía, así como su agradable y culta conversación.
Con ellos venia Gabriel Gonzalez, dueño de la agencia Kobo
Safaris, que también colabora con el padre Miguel en la ayuda a los Hadzare.
Así como el famoso cámara Evaristo Canete.
A principios de septiembre tuvo lugar la inauguración del
salón de actos de la escuela secundaria con el embajador de España en Tanzania D.
Luis Cuesta como invitado especial y Dña. Anna Gamazo como presidenta de la
fundación.
Las invitadas a la inauguración y el embajador quisieron
visitar nuestro camión ya que sentían verdadera curiosidad por nuestra forma de
vida.
En el hospital de la misión se encontraba, recuperándose de
una rotura de fémur, el padre massai de Miguel, Olemembe. Antes de continuar
nuestro viaje fuimos a llevarlo a su casa en el pueblo de Loliondo en la
frontera de Kenia.
Diez horas por una dura pista donde se cruzan extensiones de
sabana y desiertos, de un calor agobiante en las cercanías del lago Natrón.
Al discurrir la pista próxima a la zona protegida del
Ngorongoro y del Serengueti, tuvimos ocasión de ver diferentes animales en
libertad.
Como cambia el paisaje en la estación seca, hemos pasado del
barro y los verdes pastos al polvo y a la hierba seca.
Hace casi 30 años que Miguel llego a esta zona massai
estableciendo aquí su primera misión. Esta caravana le sirvió de vivienda
durante varios años y aun se sigue conservando como vivienda del catequista.
La llegada de Olemenbe a su casa fue todo un acontecimiento,
toda la familia vino a recibirlo, sus mujeres, hermanos, hijos, nietos y
bisnietos.
Montamos las tiendas para pasar la noche. Es todo un riesgo
dormir en sus chozas ya que allí conviven con sus animales y es fácil encontrar
pulgas, chinches, garrapatas……aun sabiendo que la noche sera fria por la altitud de estas tierras.
En el interior de sus casas la lumbre está continuamente
encendida, el humo ennegrece las paredes y el calor que desprende hace
agradable la estancia. Lo que no es tan agradable es el fuerte olor a
excrementos de los pequeños terneros que allí duermen.
Al despuntar el alba, lo primero que hacen las mujeres es
ordeñar las vacas. Utilizan unas alargadas calabazas para recoger la poca leche
que dan esta clase de vacas.
Los terneros duermen en el interior para que durante la noche
no mamen toda la leche de su madre. Los van dejando salir uno a uno cuando ya
han ordeñado parte de la misma.
Los niños son los que pastorean el ganado y los jóvenes
adolescentes cuando pasan a la categoría de guerreros son los que mejor viven ,
a su aire y con pocas obligaciones.
De vuelta a la misión nos dispusimos a perforar el huevo de
avestruz con la ayuda de un destornillador, obteniendo tal cantidad que tuvimos
para varios días.
Después de seis meses en la misión, no fue fácil la despedida.
Los misioneros Miguel y Pepe son dos personas excepcionales, que desde el
primer momento nos cautivaron, con su manera de ser, sus experiencias, sus profundas
conversaciones….que nos hicieron comprender la dificultad y la complejidad
de África así como apreciar el valor tan
importante que tiene una misión tanto a nivel espiritual como social.
Muchas gracias por dejarnos compartir este tiempo con vosotros.
Muchas gracias por dejarnos compartir este tiempo con vosotros.
Filopensamientos y otras cosas……………………………
Los meses pasados en este país nos han servido entre otras
cosas para descubrir el alto nivel de corrupción que aquí existe. No está
solamente generalizada entre los altos cargos públicos sino que se extiende
como una tela de araña, descendiendo a todas las instituciones o puestos por
pequeños que sean. Obligando a todos los ciudadanos a sobornar por cualquier
tipo de servicio, no solo administrativo sino a nivel de hospitales, escuelas,
justicia….
Pero si encima eres blanco todavía es peor, todo se multiplica
exponencialmente. Por poner un ejemplo, han puesto barreras a la entrada de
algunos pueblos donde transitan los turistas obligando a todos los blancos a
pagar por el derecho al paso.
Me ha encantado esta entrega. ¡Qué ambientazo en Mangola!. Cuánto me alegro de que hayáis pasado una buena temporada con Pepe y M. Ángel. Yo he estado allí varias veces pero ninguna durante tanto tiempo. Envidia. Ahora a disfrutar el viaje.
ResponderEliminar¿Como os extraña la "sencillez y cercanía" de ese golferas? ¿No os dais cuenta de que vive de puta madre, a costa de todos, precisamente por eso?. Alejaros de personajes como él, que os apuñalarán por la espalda cuando lo crean necesario.
ResponderEliminarQue tengáis buen viaje, y fumigar la zona del camión donde se le ve sentado.