A mediados de marzo, aprovechando nuestra estancia en Tanzania, vienen unos días a conocer la misión nuestra amiga Mercedes y mi hija Maria. Fuimos a recogerlas en el camión, pues teníamos que reparar una rueda, pero esta no aguanto y reventó a la entrada del pueblo del lago Manyara.
A pesar de las dos horas que tardamos en cambiarla llegamos a tiempo al aeropuerto y pasamos la
primera noche en un pequeño hotel en Arusha.
De regreso al valle de Mangola se cruzan las tierras de
dominio masai y Maria tuvo que inmortalizar su primer encuentro con ellos.
El transporte público en África siempre llama la atención, cargados hasta la bandera y a toda velocidad.
Con una cerveza Kilimanjaro les dieron la bienvenida a la misión.
La primea visita que hicieron fue para conocer el
hospital. Lo inicio Manos Unidas y lo amplió y lo mantiene la Fundación Humanitaria Ana
Gamazo.
Maria, que es enfermera, tenía muchas ganas de conocer de
primera mano cómo se trabaja en un hospital de África.
El padre Pepe como director nos guio en nuestro recorrido.
La labor de este hospital está muy consolidada a través de los
años y cada vez mas, los médicos españoles acuden a trabajar en el.
Nosotros tuvimos la suerte de coincidir unos días con el cirujano valenciano Pedro
Cavadas que venía a conocer el hospital para una futura colaboración.
El domingo le tocaba oficiar misa al padre Miguel en el pueblo
de Maxoromba, ubicado en la ladera del
Ngorongoro, con una espectacular panorámica sobre el lago Eyasi.
Una pequeña aldea de chozas diseminadas entre los campos de
maíz.
La pequeña población se reune los domingos en su humilde
capilla. Allí a casi dos mil metros de altura, el aire es limpio y fresco y cuando comienza el coro con sus distintas voces una sensacion de agradable paz invade tu espiritu.
La misa en estas comunidades es muy participativa y les gusta
que los nuevos visitantes sean presentados.
Otro proyecto importante de esta misión es la escuela
secundaria Ana Gamazo.
Más de quinientas adolescentes entre 14 y 19 años conviven en
este internado, muy reconocido por sus buenas instalaciones y su buen
funcionamiento.
Algunos paseos por los alrededores del pueblo nos descubren la
belleza del valle, verde a rabiar tras las primeras lluvias.
Las cimas del Ngorongoro se alzan majestuosas, a mas de tres mil metros de altura, presidiendo el
valle.
La vida rural aunque dura siempre deja un resquicio para la
alegría de los niños.
Otra visita obligada era conocer la escuela que estábamos
rehabilitando en el pueblo de Jovaj.
Ese día aprovechamos para llevar los mapas que habíamos
enmarcado, después de recuperarlos sucios y arrugados de un rincón de la
escuela.
No sabemos por cuánto tiempo se mantendra asi, pero la cara de satisfacción de los niños quizás sea lo más valioso y gratificante para nosotros.
Yendo hacia la escuela cruzamos el puente de los leopardos,
aunque por la presión demográfica, hace algunos años que no se les ve por aquí.
El pueblo de Baransani se asienta junto a la ribera del lago
Eyasi.
La pesca solo se produce en el lago en esta época del año. Con
pequeñas redes de poco calado se obtiene suficiente pescado como para abastecer
a los pueblos del valle.
El lago Eyasi se extiende a lo largo de 70 km. desde las
faldas del Ngorongoro, con una anchura máxima de 20 Km.. Al otro lado de
nuestra orilla se alza la meseta del Serengueti.
El pescado tiene el tamaño de un salmonete pequeño y su sabor
se asemeja a la pescadilla cuando está bien frito.
Alrededor del valle de Mangola se encuentran cuatro de los
principales parques nacionales de Tanzania, Ngorongoro, Manyara, Tarangire y Serengueti. El Ngorongoro es uno de los
parques más emblemáticos de África y fue el que elegimos para visitar.
A primera hora de la mañana una bruma húmeda y algodonosa
cubría el denso bosque, embelleciéndolo con un aire de misterio.
En las laderas que rodean al cráter los masáis siguen viviendo
en sus bomas, desde tiempo inmemorial.
Muy temprano salen a pastorear sus rebaños, con la única
defensa de sus lanzas.
Cuando llegamos al borde del cráter quedamos fascinados ante
la belleza de esta caldera, de 20 Km. de diámetro, una de las más grandes del
mundo. Las nubes a su alrededor se precipitan por las laderas, envolviendo de jirones
blancos esta etérea montaña.
La zona protegida del Ngorongoro de 8300 km2, fue declarada Patrimonio Mundial por la Unesco. En esta época del año su belleza se realza con toda la gama de verdes.
Los primeros animales que salen a nuestro encuentro, bajando la
empinada pista, son las siempre espectaculares cebras.
Viendo a las gacelas Thomson tan relajadas sabemos que
difícilmente veremos un león por aquí cerca.
Los ñus descansando al borde del lago, tampoco parecen
preocupados.
El lago ocupa el centro del cráter donde cientos de flamencos
rosas lo visten de color.
Los buenos pastos y la abundancia de agua todo el año
facilitan la vida a estos animales. La naturaleza tan sabia ha sabido crear un
equilibrio ecológico entre todos.
El único lugar donde se permite bajar del vehículo es en los
alrededores de la laguna donde normalmente se pueden avistar los hipopótamos,
allí aprovechamos todos para estirar las piernas y tomar un bocado.
La hiena manchada es el segundo mayor depredador de África, son
bastante escurridizas y difíciles de ver, su famosa risa es menos frecuente que
los espeluznantes gritos con los que inunda la noche africana.
Al rey de la selva también pudimos verlo.
El búfalo africano es el único bóvido salvaje del continente,
llega a pesar 800 kg. y es conocido por su carácter impredecible, de hecho los
grandes cazadores blancos que acuñaron la expresión “los cinco grandes”,
consideraban este buey el enemigo más peligroso.
Con esta bonita panorámica nos despedimos del Ngorongoro
después de pasar un inolvidable día.
Muy bonito el relato. El Ngorongoro como siempre: Impresionante.
ResponderEliminarLa historia del niño con sida, tremenda. Es el drama cotidiano de África que no llega a los países desarrollados. No nos enteramos, pero está ahí.
Saludos