Había obscurecido cuando llegamos a la casa y nos recibió Fernando, un arquitecto madrileño. Esa noche cenaban todos con las monjas que despedían a su superiora venida de Suiza. No pudimos eludir la invitación. Desde ese momento entramos a formar parte de esta curiosa, heterogénea y hospitalaria familia. La noticia del día copaba las conversaciones en inglés, español y swahili, el Papa había dimitido.
El camión lo aparcamos enfrente de la iglesia y unos días después,
con motivo de la celebración del miércoles de ceniza, se acercaron a visitarlo.
Al día siguiente el Padre Miguel acudía a la entrega de la
escuela del pueblo Lahangarery. Blanca Aleixandre, una cooperante española,
había dirigido su rehabilitación.
El acto resulto tan emotivo por las caras de satisfacción y
alegría que mostraban profesores, familiares y alumnos, que nos hizo ver de
primera mano, la importante labor que estos padres desarrollan en este apartado
rincón de África.
En agradecimiento al trabajo realizado les invistieron con las
telas típicas tanzanas, otorgándole también a Miguel el bastón de los pastores.
La misión se encuentra al final de la pista que cruza el
pueblo de Baranzani, en el valle de Mangola. Este valle es rico por sus
fértiles tierras y su abundante agua, donde se cultivan arroz, maíz y sobre
todo cebollas.
El pueblo se extiende, sin orden ni concierto, ocupando las
laderas de una pequeña colina. Las casas no guardan ninguna alineación ni
existen calles como tales, solo está definida la calle principal que es por
donde transitan los escasos vehículos que hasta aquí llegan y donde discurre la
vida entre los pequeños comercios y algunos locales de ocio.
Al otro lado del valle, donde comienza el bosque, habitan los Hadza descendientes de los bosquimanos,
una de las últimas tribus de cazadores-recolectores de África. En esta zona,
los misioneros han construido una oficina para que ellos organicen y gestionen
el turismo que les llega.
Hasta ahora los guías no pertenecían a esta tribu y lo único
que hacían era explotarlos sin darles nada a cambio. Lo que pretende el padre
Miguel es que sean ellos mismos los que gestionen estas visitas.
Lo que en principio parece una tarea fácil de llevar a cabo,
se complica bastante por la idiosincrasia de esta tribu anárquica, que no
reconoce ni autoridad ni jerarquía, desperdigada por el bosque en pequeñas
comunidades familiares.
Esta oficina la estuvimos acondicionando para su inauguración, que se
llevo a cabo unos días más tarde. Con mucho trabajo y la promesa de una comida
para todos, el padre consiguió que se reunieran casi todos los grupos
familiares que habitan en el valle.
Al final del acto, el hadza de más edad y el padre Miguel, bendijeron el local conjuntamente.
Después de 20 años celebrando misa en un almacén, las
comunidades cristianas del valle se han movilizado recogiendo dinero, para que
por fin los padres accedan a construirles su iglesia.
La gente aporta el trabajo en la elaboración de los cimientos
y los materiales más básicos y la misión pone el diseño, la dirección de obra y
el resto de materiales. Para ello cada día de la semana vienen, voluntarios del
pueblo que le toque (hombres, mujeres y niños), a trabajar a las órdenes de Fernando Sánchez Mora, el
arquitecto.
Otro proyecto que los padres tienen en marcha en estos
momentos es la rehabilitación de ocho escuelas repartidas en los distintos
pueblos del valle, financiado por la Fundación Ana Gamazo. Hasta ahora Blanca
llevaba la dirección pero después de tres escuelas, por motivos personales, se
tiene que marchar. Como dice Miguel, la providencia nos ha puesto en su camino
y a partir de ahora lo seguiremos nosotros.
Empezamos en la escuela
de Jovaj. Este pueblo se encuentra a mas de una hora de la misión, por una
pista en muy mal estado. Como no es plan
de ir y volver cada día, nos quedamos con el camión durante la semana en la escuela y el fin de semana lo pasamos en la misión.
La escuela se encuentra en muy mal estado de conservación.
Empezamos por rehacer los suelos de nueve clases.
El techo de una de las aulas se lo llevo el viento.
Los cimientos debido a la erosión del agua y del viento, que
en este valle pega muy fuerte, se han quedado al descubierto en todas las aulas
y empiezan a resquebrajarse las paredes.
Las puertas y los marcos de madera están destrozadas por las
termitas y la falta de mantenimiento. Son sustituidas por otras metálicas.
Y por supuesto son pocos los cristales que se han salvado, se
tienen que poner casi 200 nuevos.
Al final con la pintura se termina la rehabilitación, después
de casi dos meses.
En esta escuela estudian 545 niños en edades comprendidas
entre los 7 y los 13 años.
A partir de las 6,30 empiezan a llegar. De las 7 a los 8 se
dedican unos a barrer el acceso al colegio y las zonas exteriores de las aulas
y otros van a por agua a la fuente para las necesidades de la cocina.
También trabajan para mantener las plantas y arboles que rodean el
colegio.
Están en clase hasta las diez, hora a la que salen corriendo
hacia la cocina, donde por turnos, de los más pequeños a los mayores, toman el
primer alimento del día, el uji. Esto
es una mezcla de maíz y soja, enriquecida con vitaminas y minerales, que se
mezcla con agua y se calienta. Con textura terrosa y un sabor desabrido pero
que a ellos les encanta.
Regresan a las aulas
hasta la una, hora en la que se reparte la comida, el makande. Una mezcla de habichuelas y maíz, hervidos en agua sin
ningún condimento. Para nosotros están insípidas y duras.
Los niños ayudan a repartir la comida y a fregar las ollas.
Tanto el desayuno como la comida se repiten todos los días sin
ninguna variación, posiblemente, la mayoría de ellos sea lo único que comen en
el día. Es la misma para los maestros y
ahora durante las obras para los albañiles.
Este plan de alimentación en las escuelas fue donado por los
Estados Unidos y finaliza este año. Después no sabemos qué ocurrirá ni que
repercusión tendrá en la asistencia de los niños a la escuela.
El mercado más importante del valle se celebra todos los días
5 de cada mes en el pueblo de Gorfan.
Como ocurre en toda África
el mercado es además lugar de reunión, encuentro y celebración.
En el podemos encontrar todo lo necesario. Los carniceros van
matando cabras y vacas según la demanda.
Fruta y verdura
O tabaco para fumar y esnifar.
Así como ver a las diferentes etnias del valle hadza, datoga……
La ropa usada que dona occidente casi siempre termina estos
mercados, prueba de ello fue encontrar un par de zapatos de golf que alguien
pensó que serian útiles en África.
Mapa de recorrido
Filopensamientos y otras cosas………..
Algunos mensajes de amigos nos comentan que por fin le hemos
dado un sentido a nuestro viaje con esta ayuda que prestamos en la
rehabilitación de las escuelas.
El sentido de nuestro viaje es el viaje en sí mismo, el camino
es lo que importa y no las metas.
Por el camino vamos
conociendo a otras gentes, otras culturas, otras religiones, otras formas de
entender y ver la vida.
Por el camino encontramos belleza y fealdad, solidaridad y
egoísmo, riqueza y pobreza, miedo y valentía………y algunas veces gentes
excepcionales con unos valores ya tristemente en desuso en aquella nuestra
sociedad de consumo.
Casi egoístamente nos involucramos en sus proyectos y un poco
en sus vidas, aprendiendo de su experiencia vital y enriqueciéndonos con ella.
Decía Cervantes que tres cosas dan la sabiduría: letras, camino y vida.
BIEN¡¡¡¡ Que recuerdos,que bien elegidas las fotos,Que ganas me dan de volver...
ResponderEliminarAna,dosifica el cristasol,
HOLA,VOLVEMOS AFRICA NUEVMENTE CON VUETRAS IMAGENES Y COMENTARIOS.UNAPASION QUE COMPARTIMOS.EFECTIVAMENTE L DESTINO ES EL CAMINO DE CADA DIA Y SIN PRISAS.ESO LO APRENDI EN NAMIBIA CUANDO YA HABIA VIAJADO BASTANTE ANTES DE IR A AFRICA DEL SUR
ResponderEliminarVICENTE XATIVA