Bogotá, con ocho millones de habitantes, es una de esas macro
ciudades por las que no nos gusta transitar. La bordeamos, e iniciamos el descenso por un interminable
puerto, que nos lleva desde los 3000 metros a los 225 en el fondo del valle por
donde discurre el rio Magdalena.
Dejamos la eterna primavera de las montañas y el termómetro
asciende paulatinamente hasta casi marcar unos sofocantes 40º cuando cruzamos
el rio.
Desde aquí comienza de nuevo un lento y sinuoso puerto con más
de mil curvas, que nos conduce a lo alto de la cordillera Occidental.
El Alto de Letras marca el punto más alto del puerto a 3.710
metros. Desde aquí la carretera desciende hacia Manizales, el punto más
septentrional del eje cafetero.
Antes de entrar a Manizales nos desviamos hacia las termales
Tierra Viva. Pensábamos que nos habíamos equivocado de camino, pues todo los
que nos rodeaba era una zona industrial.
Pero un kilómetro después de nuevo estamos en plena
naturaleza.
Las termales Tierra Viva están formadas por tres piscinas
hechas en roca, rodeadas por un hermoso jardín.
En la autopista del café hay unas pequeñas áreas de servicio
ubicadas en promontorios con bonitas vistas de los alrededores donde está
permitido pasar la noche.
Estamos en el corazón de la zona cafetera y no podemos dejar
pasar la oportunidad de visitar y conocer una de estas haciendas. Un estrecho
camino nos conduce a la Hacienda Guayabal.
Donde nos explican todo el proceso del café que termina con la
degustación de sus distintos tostados.
Después hacemos un recorrido por la finca.
En el año hay dos cosechas donde se van recolectando los granos
que ya han madurado, amarillos y rojos.
Las flores del café son muy parecidas a las flores del azahar.
Conforme se van recolectando unos granos van saliendo las flores de la
siguiente cosecha.
Terminando el recorrido pasamos por las dependencias donde se
lava y se seca el grano.
La hacienda está rodeada de un colorido jardín, donde vienen
los colibrís atraídos por el agua azucarada.
Dispone de alojamiento y restaurante.
Desde que entramos en Colombia vemos a lo largo de la
carretera grupos de gente andando con bolsas, maletas…..son venezolanos en
busca de una vida mejor.
Los jeep Willys siguen siendo el principal medio de transporte
en las áreas rurales de toda Colombia especialmente en la zona cafetera. Estos
clásicos y robustos vehículos de la II guerra mundial llegaron aquí en la
década de 1950 y todavía hoy siguen rodando.
Seguimos hacia el sur y cruzamos Pereira para dirigirnos al
Valle de Cocora.
Unos veinte kilómetros por una estrecha carretera nos conducen
a la pequeña aldea de Cocora, donde todo se mueve en torno al turismo,
restaurantes, pequeños hoteles, camping, alquiler de caballos, guías……
El valle de Cocora es de una gran belleza y hay numerosos
senderos para recorrerlo. Nosotros hicimos uno que partiendo de la
piscifactoría, en un recorrido circular de unas cinco horas, termina de nuevo
en la aldea.
La primera parte del camino discurre a través de verdes
praderas y la segunda se adentra en un denso bosque nuboso, siguiendo el curso
del río Quindío.
Después ascendemos hasta la finca de la Montaña donde el
bosque nuboso se transforma en otro de coníferas.
El camino desciende hasta los miradores de Cocora donde
destacan las palmeras de cera, que es árbol nacional de Colombia, y la palmera más alta del mundo que alcanza los
60 metros de altura.
Retornamos a la Panamericana continuando hacia el sur, ahora
tenemos unos 350 kilómetros dominados por un extenso valle con inmensas
plantaciones de caña de azúcar.
El transporte de la caña se realiza por carretera en largos
remolques llamados los trenes de la caña.
Nuestro próximo destino es el pueblo de Silvia a unos 25
kilómetros de la general y a unos 2.500 metros de altitud.
Otro pintoresco pueblo de montaña, de casas pintadas de
colores alrededor de la plaza Mayor.
Hacemos coincidir nuestra llegada con el martes, que es el día
de mercado y a él acuden los misak o guambianos, uno de los grupos indígenas
más tradicionales de Colombia. Tienen su propia lengua, son excelentes
tejedores y sus técnicas de cultivo son rudimentarias.
Todos llevan sus ropas tradicionales, los hombres van con
faldas azules de borde rosa y bombines.
Las mujeres siempre ocupadas hilando lana con prendas tejidas
a mano y collares de cuentas.
Todos acuden desde las aldeas cercanas en las chivas, los
autobuses típicos de colorines adaptados para transportar todo tipo de enseres.
Una bonita excursión es subir hasta la laguna donde se tiene
una panorámica de todo el valle.
A la vuelta pasamos por el estanque artificial con forma de
pez que hay en un extremo del pueblo.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas………….
En nuestro paso por la Hacienda Cafetera aprendimos muchas
cosas sobre el café, introducido por los jesuitas españoles en el siglo XVI.
Se cultiva en altitud media de 1.500 metros y con una
temperatura alrededor de 22º.
La planta del café tiene una vida máxima de 21 años de los
cuales solo 15 son productivos.
Cuando madura el grano su color es rojo o amarillo de
pendiendo del sol y la sombra. Se recolecta a mano y un buen recolector puede
llegar a los 400 kg. al día.
El primer paso es quitar la capa exterior y lavarlo para suprimir
el azúcar. Después se seca a una temperatura de 60º.
A continuación se descascarilla y se selecciona por tamaño.
Los granos más grandes son de sabor más suave y los pequeños más intenso.
Por último en el país donde se consume se realiza el tostado a
una temperatura promedio entre 190º y 200º y entre 15 y 20 minutos. Básicamente
existe tres tipos de tostado suave, medio y fuerte. En España se realiza el
último.
El café torrefacto se obtiene mezclándolo con azúcar, por eso
se forma la espuma en la taza. El tostado natural también da espuma pero esta
desaparece al poco tiempo.
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