lunes, 8 de agosto de 2016

Mongolia, tierra de chamanes.


Desde el pequeño pueblo de Tubshruulekh nos dirigimos a las aguas termales de Tsenkheriin, siguiendo el mismo itinerario de hace dos años. Queríamos que Maria y Encarna conocieran estos parajes que recordábamos por su belleza.







Ya caía la tarde cuando llegamos a este pequeño lago sin nombre rodeado de colinas y un bosque de coníferas a lo lejos, uno de esos sitios idílicos con los que todos soñamos cuando emprendemos un viaje. (N 47º 20’ 14.4’’ E 101º 49’ 11.6’’)





El cielo estaba cubierto de nubes y amenazaba tormenta. Por la noche la temperatura cae por debajo de cero grados y al amanecer del día siguiente el paisaje se ha transformado radicalmente.





De nuevo el agua se congela y el camión parece un gran cubito de hielo.





La pista ha desaparecido tras la capa de nieve y tenemos que esperar a que el sol la derrita para poder continuar.








Por la mañana, aunque hace mucho frio, deja de nevar y con las botas y bien abrigados hacemos una larga excursión por las montañas de los alrededores.





Los ovoos son la expresión chamánica de la más antigua religión de Mongolia, si es que se puede hablar de religión para unas prácticas que ni reconocen ninguna divinidad ni tienen ninguna tradición escrita. Son amontonamientos de piedras, cañas o maderas en lugares mágicos visibles a lo largo de las rutas, en las montañas, en los ríos, en los lagos….





Muchos ovoos desaparecieron cuando la represión estalinista de 1930 los prohibió catalogándolos de superstición, pero los nómadas volvieron a levantarlos y adorarlos según el orden que describen los astros en el cielo y los espíritus que viven allá arriba.





Por la tarde el vecino del ger más cercano vino a visitarnos cuando recogía su ganado. Estos modernos pastores lo mismo galopan a lomos de sus caballos que en sus monturas mecánicas.








Al día siguiente amanece despejado y el sol comienza a derretir la nieve.








La salida del lago es bastante comprometida y peligrosa, pues a menos de un kilometro tenemos que cruzar dos ríos que se juntan en un valle. No tenemos muy claro el paso y tampoco si el terreno estará lo suficientemente  duro para aguantar el peso del camión. Muy despacio vamos avanzando.











En algunos sitios, la nieve cubre el prado y no vemos la pista. Nos da miedo quedarnos clavados en las zonas húmedas, donde el barro es profundo.








Por suerte encontramos un pastor que nos ayuda a pasar esta zona.











Poco después enlazamos con otra pista donde están marcadas las rodadas de otro vehículo y nos alegramos al cruzarnos con una de las agiles  furgonetas rusas.





Los resistentes y adaptados animales pastorean ajenos a la nieve y el frio.








Tsenkheriin es un pequeño asentamiento donde algunos hotelitos y guest house han surgido como consecuencia de las aguas termales de este  valle. (N 47º 19’ 13.0’’ E 101º 39’ 05.7’’)





Estamos a mediados de mayo y la temporada turística no ha comenzado. Es doble la satisfacción de este baño rodeados de nieve, somos los únicos clientes.








Un sol radiante y luminoso ha derretido la nieve convirtiéndola en barro y la pista inclinada se ha tornado peligrosa. Las once toneladas del camión se deslizan como una pluma, obligándonos a poner los distintos bloqueadores de ejes y diferenciales.





La estepa mongola es efectivamente un enorme espacio vacío, donde uno se siente solo en el mundo, aunque por allí pasten cincuenta millones de cabezas de ganado.











Normalmente los asentamientos nómadas se componen de varias tiendas, llamadas ger. Unas se destinan a la vivienda y otras al almacenaje, todas con sus puertas orientadas al sur. Y junto a ellas, muy próximos para defenderlos de los lobos, los establos del ganado.





En la ribera del rio Zuun Modnil, bajo árboles centenarios, acampamos esa noche y encendimos un fuego para calentarnos y  charlar ya relajados sobre las vivencias de los últimos días. (N 47º 26’ 02.3’’ E 101º 28’ 49.5’’)











EL heinek es el cruce de yak y vaca, con lo que se consigue una vaca más peluda y más resistente al severo clima invernal. En la foto el negro es un heinek.





Tsetserleg aparece en el horizonte al cobijo de la montaña Bulgan Uul.





En el siglo XVII se construyo el monasterio Zayayn Gegeenii Süm que llego a albergar a mas de mil monjes. Estos centros religiosos atraían la vida a su alrededor y se constituían así en capitales territoriales.





Uno de los edificios del complejo acoge el museo antropológico, con objetos propios de la cultura mongol y una interesante colección de mascaras ceremoniales.





A partir de Tsetserleg tomamos rumbo este, a las invitadas se les acaban los días de vacaciones y vamos de regreso a la capital.
 Siempre quedaran grabadas en su memoria las vírgenes estepas mongolas.





En la primavera, después del deshielo, los valles resultan especialmente peligrosos, pues una capa superficial y seca, esconde un subsuelo de un barro profundo, donde es muy fácil quedarse atrapado.





Fue una suerte encontrar este vehículo atascado, ya que si hubiéramos seguido por esta ruta nos habría pasado lo mismo.





Después de cruzar el rio Orkhon  llegamos al lago Ogii.








En un lugar destacado encontramos este ovoo adornado sobretodo con ofrendas de las telas azules, el color de Gengis Kan. La mayoría de los mongoles se considera descendientes directos de él, ya que parece que tuvo cientos de hijos y los mongoles son una de las razas más puras ya que no ha habido casi mestizaje.





A 45 km. al norte de Karakorum se encuentra un museo con los restos de la capital de un imperio anterior a los mongoles. (N 47º 33’ 50.2’’ E 102º 49’ 55.9’’)








Entre los restos hallados se encuentran dos tablas de 3,35 m. que describen en escritura turca y china, este imperio procedente de Turquía que se asentó aquí en el año 730 de nuestra era.








Seguimos hacia el este por la carretera asfaltada que une Karakorum con Ulan-Bator.





Los caballos siempre están presentes en la estepa. Dos millones y medio de caballos forman la cabaña mongola una de las más abundantes de toda Asia.





En lo alto de un collado, donde la carretera se pierde en la lejanía hacia el este y hacia el oeste, se alzan unas estupas y un ovoo. Los mongoles antes de comenzar un gran viaje se encomiendan a sus espíritus protectores.




Estupa  viene del sanscrito y significa corona, protección. Las antiguas eran solo una cubierta de barro para preservar alguna reliquia de Buda.
La base cuadrada representa la vida virtuosa, la cúpula el conocimiento interior, los aros de cada cilindro son las cualidades que deben reunir los budas.                                         También representa los elementos tierra, agua, fuego, aire y cielo.Encima de todo tiene una pequeña joya, el tesoro soñado cuando se ha alcanzado la liberación.





A unos 80 km. de Karakorum nos encontramos con las dunas de arena de Mongol Els. Por esas extrañas leyes que solo la naturaleza conoce, se han formado esta cadena de dunas en el centro del país tan alejadas de las del sur del Gobi. (N 47º 19’ 58.4’’ E 103º 41’ 21.5’’)











Mapas del recorrido.








Filopensamientos y otras cosas………….


El animismo o chamanismo quizás sea la religión más antigua, la que profesaban nuestros ancestros, los que realizaban las pinturas rupestres.

Los chamanistas ven el mundo como un ser vivo que alberga montañas, ríos, árboles, rocas, lagos, animales…….y personas. Todos ellos con espíritus que necesitan vivir en armonía. Si este equilibrio se rompe, un chaman con poderes para mediar entre el mundo humano y espiritual, trata de restablecerlo.

En Mongolia esta conexión entre el hombre, la naturaleza y los espíritus es tan importante, que todo ellos están representados en el escudo de su bandera, donde aparecen el sol, la luna, los cinco elementos tierra, fuego, agua, aire y cielo así como el yin y el yan las fuerzas positivas y negativas que equilibran su existencia.


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