sábado, 18 de agosto de 2018

EEUU, entre Colorado y Nuevo Méjico.



Dejamos Denver con dirección suroeste y aunque todavía se recortan las Rocosas al fondo, el paisaje se vuelve más suave y ondulante.







Muy de tarde en tarde aparecen, como sacados de otro tiempo, las viejas estaciones de gasolina con sus “Country store” donde puedes encontrar cualquier cosa.




A unos 200 km. de Denver entramos en la población Buena Vista, donde empieza el Browns Canyon, considerado monumento nacional.




Por este cañón discurre el rio Arkansas.







Aunque no es una maravilla de la naturaleza, conocerlo haciendo un descenso en  balsa neumática si es interesante.







Tres horas de recorrido, donde se alternan suaves remansos, con emocionantes rápidos.







El cañón termina en el pueblo Salida, donde paramos para hacer algunas compras y donde curiosamente volvemos a ver merodeando entre las casas jóvenes ciervos.







Conforme seguimos hacia el sur el paisaje va sufriendo una transformación pasando de las verdes praderas al árido semi-desierto.







En la América profunda vemos la otra cara de este imperio capitalista, muchas viviendas prefabricadas o caravanas, rodeadas de chatarra y viejos trastos abandonados.







Nos dirigimos hacia el Parque Nacional de las Grandes Dunas de Arena y hacemos noche, unos kilómetros antes de llegar, en la laguna San Luis.







Desde este emplazamiento al atardecer, las dunas se iluminan al cobijo de las Montañas Sangre de Cristo.







En las zonas frías y húmedas de Canadá y norte de Estados Unidos, nunca habíamos visto una serpiente, aquí sin embargo son habituales.




El centro de visitantes es como siempre, la puerta de entrada al parque.







Este parque tiene una característica especial para nosotros, una pista de arena reservada a los 4X4 que bordea las dunas, apartándonos de la inmensa mayoría de los turistas.




Estas enormes dunas son las más altas de Norteamérica con una superficie de 530 km2.







Los fuertes vientos predominantes del sudoeste comenzaron a acarrear granos de arena hace miles de años frenados por la curva de la cadena montañosa Sangre de Cristo que se alza tras ellas.







El acceso solo está permitido a pie cruzando el arroyo Medano, que las bordea por su lado este.




Después de tanta agua y exuberante vegetación en el norte, este espacio de naturaleza muerta nos parece fascinante.







Las dunas se superponen unas a otras y tardamos una hora en alcanzar la cima. Un austero paisaje de arena y color, pero no por ello menos bello.







Dejamos las dunas y nos dirigimos  a la cascada Zapata a tan solo 18 kilómetros.




Por una empinada y pedregosa pista ascendemos los últimos 5 km. que nos llevan al comienzo del sendero.




El riachuelo se encajona en un estrecho desfiladero de paredes verticales y el único paso para ver la cascada es a través de él.










 Las Montañas Sangre de Cristo, llamadas así por el color rojizo que ofrece tanto al amanecer como al atardecer, se extienden 370 km desde el sur de Colorado al norte de Nuevo Méjico.




Entrando en Nuevo Méjico el paisaje todavía se vuelve más árido y seco.




A unos 20 km. al norte de Taos nos desviamos hacia el cañón de rio Grande. El puente metálico suspendido sobre el rio es el tercero más alto de este país con casi 200 metros de altura.




Cuando nos íbamos acercando por el altiplano, totalmente liso, no podíamos imaginar el espectáculo que ofrece el desgarro que el rio Grande ha provocado en la tierra formando este desfiladero.




Un camino lo bordea varios kilómetros ofreciendo fascinantes vistas. En sus escarpadas paredes vemos algunas cabras salvajes bajando a beber agua.










Llegamos a Taos atraídos por su historia y su peculiar construcción en adobe, que hasta McDonald ha respetado.







Esta zona estaba habitada por los indios Anasazis. Cuando el español Hernando de Alvarado llegó en 1540 con un destacamento de soldados,  se estableció una misión  que dio lugar a la actual ciudad de Taos.




El pueblo de solo 6200 habitantes, discurre alrededor de una plaza arbolada española. Tiene un importante impacto turístico, atraídos por los artistas cuyas obras se exponen en las numerosas galerías de la ciudad.







Su fama llego precedida por las numerosas películas que aquí se han grabado, desde Las Minas del rey Salomón, Easy Rider, Star Wars, Indiana Jones y un largo etcétera Este turismo masivo ha matado su encanto como pueblo.







A unos tres km. al norte de Taos se encuentra Taos Pueblo que es la visita más interesante de la zona.







Fue edificado hacia el año 1400 por los indios Pueblo, en un lugar que ya habitaron los Anasazis en el siglo X. La estructura principal comprende casas de adobe a varios niveles.










La población actual es de unos 200 habitantes, que se mantienen fieles a sus tradiciones. No disponen ni de electricidad ni de agua corriente. Algunos de ellos viven de sus tiendas de artesanía, joyería y pintura india.










En la plaza, junto al arroyo que cruza el pueblo, se encuentra la iglesia colonial, con techo de madera.




En un extremo del perímetro, está el cementerio con las ruinas de la vieja iglesia española y sorprendentemente la mayoría de los nombres de los difuntos tienen apellidos españoles.




Mapas del recorrido.







Filopensamientos y otras cosas………….

En Taos Pueblo conocimos a Jeri Samora aunque su nombre indio es algo así como Cesto de Flores. Es una artesana de la cerámica y la vende en su pequeña tienda.

Cuando le dijimos que éramos españoles, como casi siempre ocurre a lo largo de todo el mundo, su cara se ilumino con una sonrisa de bienvenida.

Es un una incondicional seguidora de Rafa Nadal, no solo por ser un buen tenista sino también por sus valores como persona. Piensa que debe tener una buena familia y una sensata forma de vida.

 Mañana 10 de junio se juega la final del Roland Garros y ella no abrirá la tienda porque tiene que ver el partido.

Nos sorprende ver como las cualidades de nuestro deportista le llegan con tanta claridad a esta india, en un pueblo ancestral, en el desierto de Nuevo Méjico.

Al despedirnos nos encargó encarecidamente que cuando lo viéramos por España le transmitiéramos que tiene una fan incondicional en aquel rincón del mundo.  

Cesto de Flores le dio buena suerte, Rafa gano al día siguiente su 11ª copa en Ronald Garros.