martes, 11 de junio de 2019

Panamá.



El paso fronterizo de Paso Canoas es un poco caótico como es la tónica general en todas las fronteras de Centroamérica. Hay que empezar haciendo el seguro obligatorio del camión que cuesta 25$, igual para todo tipo de vehículo y terminar con la fumigación  8$.




 La primera sensación que tenemos es que las carreteras  están en mejor estado que en los países precedentes, la Panamericana que lo cruza es una autovía y aunque no es perfecta, es la mejor desde Estados Unidos.




En la ciudad de David nos desviamos hacia el norte para ir a Caldera, a sus aguas termales. Tuvimos que hacer a pie los últimos 3 km. ya que dudábamos que el puente colgante aguantara el peso del camión.







Junto al rio Chiriquí se encuentran las pozas termales. Están dentro de una propiedad privada, son bastante rústicos y se pagan unos dólares por su uso.




El dueño de la finca nos aconsejó alternar el agua caliente de la poza con el agua fría del río. Un gratificante baño en un bonito paraje.




De vuelta contemplamos una bonita imagen del río Caldera.




Continuamos por la Panamericana hacia el oeste. Unos kilómetros después nos desviamos hacia la playa de Las Lajas en el Pacifico.







Estamos a mediados de octubre, el mes más lluvioso, y algunas zonas de la carretera junto a la costa están completamente inundadas.







Por la mañana, después del desayuno, la mar comienza a alejarse dejando una planicie de arena húmeda que se confunde con el horizonte.










Seguimos dirección a Ciudad de Panamá y paramos en Santiago de Veraguas que se fundó en el siglo XVII. Esperábamos encontrar una vieja ciudad colonial, pero aquí nada queda de su histórico pasado, la única foto que pudimos tomar fue de la catedral de Santiago Apóstol.




Dejamos al sur la península de Azuero y paramos de nuevo junto al mar en Playa Blanca, donde la brisa atenúa el calor húmedo del trópico.







Un buen lugar para pasar unos días junto al mar es el restaurante Pipa Beach en el Farallón, donde los viajeros siempre son bien recibidos. Aquí coincidimos con dos jóvenes viajeras argentinas.




Estamos bajo la influencia del turismo de la ciudad de Panamá a tan solo 120 km. Ya no son playas solitarias, están invadidas por los grandes hoteles y resort.







Los barcos casi siempre mueren en tierra, su principal enemigo. Qué pena nos da, ¿cuantos mares habrá surcado?




Continuando hacia la capital nos desviamos a Punta Chame, una lengua de arena que se adentra en el mar varios kilómetros. Desde ella divisamos a lo lejos la ciudad de Panamá.










El domingo por la mañana, como ya es nuestra costumbre, entramos en la ciudad por el mítico Puente de las Américas, donde se junta el océano Atlántico con el Pacifico y divide América del norte con la del sur.







Un emocionado recuerdo nos lleva 15 años atrás cuando lo cruzábamos por primera vez con nuestro catamarán Calcetines y nuestra perra Luna, hacia el incierto e inmenso Pacifico.




Hoy se celebra el día del cáncer y las avenidas junto al paseo marítimo están cerradas al tráfico, una magnífica oportunidad para pasear y conocer la ciudad sin el estrés, ruido y contaminación de la circulación.







El ambiente es festivo, con charangas, bailes y actuaciones musicales.










Junto a la avenida Balboa se alza la estatua de Vasco Núñez de Balboa, primer europeo en divisar el Océano Pacifico, que  llamo Mar del Sur. Muy cerca nos estacionamos en un parking vigilado por la policía. (N8 58 12.2 W79 31 46.8)




Al caer la noche, tanto la ciudad moderna como la antigua se transforman, ofreciendo su distinta imagen.








La ciudad antigua iluminada revive con sus numerosos restaurantes y bares.










Dejamos la ciudad y nos dirigimos al norte, a Colon. Donde hemos quedado con un agente de aduanas para empezar a preparar los trámites para mandar el camión a Colombia en barco.




Después de pasar por la moderna y cuidada Ciudad de Panamá, nos quedamos horrorizados ante la vista que ofrece Colon, una ciudad sucia, ruinosa y decadente. Además una de las más peligrosas de Panamá.







El centro comercial Colon 2000 es el único sitio donde pasar la noche con seguridad.




De aquí nos dirigimos al fuerte San Lorenzo y tenemos que cruzar el canal en un transbordador.







Deben de ser pocas las visitas que recibe el fuerte cuando la vegetación se está comiendo la carretera, algunas veces solo queda un estrecho túnel.




Al llegar nos esperaba una manada de coatis, unos pequeños mamíferos fáciles de reconocer por su larga cola.










Este fuerte lo mando construir Felipe II en 1597 al arquitecto italiano Bautista Antonelli.







Esta situado frente a la desembocadura del rio Chagres en la costa del Atlántico y era el camino natural para llegar a la Ciudad de Panamá en la costa del Pacifico. La mitad de este trayecto se hacía por el rio y después se continuaba por tierra.







Por aquí salían los barcos cargados con las riquezas de Perú y su importante enclave lo atestiguan los numerosos asaltos que sufrió por parte de piratas y corsarios ingleses Francis Drake, Henry Morgan o Edward Vernon.







Siguiendo un sendero hasta la playa nos encontramos un tranquilo oso hormiguero.







De vuelta pasamos por las esclusas de Gatún donde los barcos de medida Panamá entran casi arañando la esclusa.







A lo largo de Centroamérica no hemos encontrado con numerosos viajeros argentinos realizando su sueño de unir Patagonia con Alaska. Como la familia Diaz Galido, que viajan con sus dos hijos, queriendo ser los primeros en hacer esta travesía con un vehículo de 1960.




Nuestra siguiente parada es en el pequeño pueblo de Portobelo, que fue el principal puerto centroamericano del imperio español de ultramar.










En la entrada de la bahía, en el lado oeste se encuentra el fuerte de Santiago.




Junto al pueblo está el fuerte de San Jerónimo, desde donde se divisa la Real Aduana, edificio de aire renacentista del 1630.










Al otro lado de la bahía, que se llega en una barca taxi, esta la batería de San Fernando que defendía la bocana.







Los viejos cañones ya no apuntan a temidos piratas, ahora son testigos de la historia ante los aventureros navegantes que esperan para cruzar hacia el Océano Pacifico.




Los últimos días en Panamá los pasamos en la Guaira e Isla Grande a unos 20 km. de Portobello.










Mapas del recorrido.







Filopensamientos y otras cosas………….

Estamos a finales de noviembre y como todos los años regresaremos por unos meses a España.

 Para poder salir del país es obligatorio dejar el vehículo en un depósito de aduanas. Nosotros elegimos el de Transbal en Chilibre por la proximidad a la ciudad de Panamá desde donde sale nuestro vuelo. El precio de la estancia es de 1,5$ más 0,28$ de seguro por día.

Después de dejar el vehículo tenemos que ir a las oficinas de Transbal en la ciudad de Panamá, donde nos dan un documento de depósito y de allí a la oficina de aduana para sellar el pasaporte y poder salir del país.