lunes, 9 de julio de 2012

Congo, El corazon de Africa



En Gabón disfrutamos de las mejores carreteras africanas, pero 130 km. antes de la frontera la historia se repite en la falta de comunicación entre las naciones vecinas y el asfalto desaparece  de esta N 1.



En el pueblo de Ndendé hicimos los trámites aduaneros y hasta aquí una buena pista nos permitió llevar una conducción relajada.


En los últimos 42 km. hasta la frontera el tráfico es prácticamente inexistente y la pista se estrecha y a malas penas permite el paso del camión haciendonos dudar que esto sea parte de la N1 que une Gabón con la Republica del Congo.





Rumbo a la frontera pequeñas aldeas se suceden en el camino.



En la última aldea recogimos al jefe del puesto fronterizo que se vino con nosotros los ultimos 3 km. hasta la barrera para autorizarnos la salida.



Después de recorrer unos 20 km. por tierra de nadie llegamos por fin a la frontera de la republica del Congo.



La pista estrecha, bacheada, con algunos tramos de barro, va cada vez peor y seguimos dudando de que podamos pasar con el camión hasta enlazar con una pista más principal.






Por el mal estado de la pista avanzamos muy despacio pasando las primeras aldeas, donde los nativos de nuevo salen a la orilla del camino casi exigiéndonos que paremos para que les demos algo.






Debido a la pobreza que vamos encontrando en este país, parar a dormir se empieza a convertir en un problema por la inseguridad que de alguna manera percibimos. La primera noche buscamos refugio en la misión católica de Dounguila, donde el padre se sorprendió ante nuestra petición pues era la primera vez que algún viajero pedía asilo para pasar la noche.



La misión se encontraba en una pequeña elevación junto al puente que cruzaba el rio Nyanga.



Como la pista continua muy mala nuestro paso se ralentiza casi al de una persona andando lo que nos permite apreciar con todo detalle la vida en estas pequeñas poblaciones.









Como estos niños que juegan deslizándose con los bidones viejos de agua.



Atrás va quedando la jungla y el paisaje del Congo tiene una personalidad propia, de verdes montañas salpicadas de arboles.






Como siempre en esta parte de África tan lluviosa, los ríos se suceden a nuestro paso.





Aunque desde la frontera circulamos por la N3, todavía después de 300 km.  sigue siendo un camino de cabras. Hoy nos quedamos a dormir en un cruce de pistas donde hay un gran aserradero y un puesto de control de policía.









Este país es uno de los más pobres que hemos encontrado en nuestra ruta hacia el sur. En los mercados nos cuesta encontrar incluso lo más básico, de nuevo el carbón y la leña es el único combustible para la cocina, en ningún poblado hay ni luz ni agua.









En Loubomo enlazamos con la N1 que une las dos principales poblaciones de la República del  Congo, Pointe Noire y Brazzaville la capital. Estábamos deseando llegar aquí después de cinco días dando sartenazos por esa horrorosa pista……….pero no sabíamos lo que nos esperaba.











En todas las poblaciones donde preguntamos nos dicen que en unos pocos kilómetros empieza la buena carretera. Y solo a 55 Km. de la capital aparece el asfalto, después de 550 km. y siete días.








Dicen que la felicidad está en saber disfrutar de lo que se tiene y en esto son especialistas los niños.









Por miedo a los robos por la noche buscamos algún lugar que nos de protección, como en este caso en las instalaciones  donde los chinos tienen la maquinaria, las oficinas y las viviendas del personal que está construyendo las nuevas carreteras.



Por fin llegamos al asfalto.



Los suburbios de las capitales siempre están colapsados y nos hacemos la  pregunta. ¿Podremos pasar por aquí?



Brazzaville está asentada en las orillas del rio Congo y como también ocurre siempre, el centro de la ciudad da una imagen de país avanzado, nada más lejos de la realidad.





Desde el Club náutico podemos ver en la otra orilla del rio  Kinshasa, capital del otro Congo.






En Brazzaville tuvimos la suerte de conocer a Olivier, un trotamundos que en bicicleta  recorrió parte de los tres continentes. Es el dueño del Hotel Hipocamp donde nos da cobijo a los overlanders. Imprescindible degustar su bufet vietnamita.



A la salida de la capital encontramos este lavadero de coches a la orilla del rio Congo.



A 60 Km. De Brazzaville dejamos el asfalto desviándonos hacia la frontera del otro Congo.



Aunque estamos a 100 km. de la frontera los trámites aduaneros se van realizando en distintos pueblos, mucho antes de llegar a su última barrera.



La escasa comunicación que por carretera existe entre estas naciones hace que la pista no tenga ningún mantenimiento, se estreche, incluso sea intransitable en la época de lluvias.






A orillas del rio Congo paramos en un pequeño poblado donde pudimos comprar algo de fruta siendo la atracción del día.












Aunque nos repitamos de nuevo, la pista tan estrecha y tan poco marcada nos hace dudar que esta sea la ruta correcta.






Cuando llegamos a la última barrera no encontramos a nadie, como llevábamos todos los tramites en regla, después de esperar diez minutos decidimos abrirla y pasar.

Nada más hacer esta acción aparecieron los aduaneros exigiéndonos un pago por tan tremenda falta. Inmediatamente entendimos que era un montaje para sacarnos unos dólares antes de abandonar el país.



Ya en tierra de nadie nos encontramos con la antigua señalización de lo que fue el Congo Belga.




       Mapas del rocorrido






Filopensamientos y otras cosas………

Nada define mejor lo que son los Congos que estas frases de Javier Reverte en su magnífico libro Vagabundo en África:

El Congo es un país fatigoso, que abruma y deprime. Pero aquellos que amen África, deben pasar por el Congo, sufrir el impacto de su hermosura y también de su dureza. Sin ir al Congo, nadie puede decir de una manera justa que conoce África, el Congo forma parte de la esencia de África, está en su medula y en su corazón. Es un territorio de dolor, no es el África de los safaris luminosos y las tiendas de campaña al aire libre. No es el África de los rugidos mayestáticos del león en las praderas infinitas. Es un África opresiva, agobiadora, que entra en tu alma como una puñalada de realidad sufriente y de belleza incomprensible. No hay que ir allí si uno quiere pasar la vida entre sonrisas. Pero quien busque la verdad de África, y quién sabe si del mundo, debería intentar hacer una parada en el Congo.

1 comentario:

  1. Muy bonito el Congo y tus filopensamientos, pero disfrutarlo rapido y salir en busca de territorios mas benignos. Besos.

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