Entramos en Suecia el día uno de septiembre, el otoño comienza
y el descenso de la temperatura nos hace recortar nuestro recorrido por la
península Escandinava.
La carretera cruza la provincia de Arjeploj, solo ella tiene 8.727
lagos y ríos. Una región poco poblada pues según las estadísticas hay 2,5 lagos
y 3 km. de ribera por habitante.
El norte de Suecia es bastante montañoso y está lo
suficientemente aislado para que de
nuevo los renos pasten libremente.
Los animales que permanecen semisalvajes están acostumbrados a
los vehículos pero en el momento que pones un pie en tierra, pretendiendo
aproximarte, se ponen en alerta y corren guardando la distancia.
Con tantos lagos es fácil estacionar el camión para pasar la
noche cerca de alguno de ellos. Teniendo como únicos compañeros a los animales
salvajes y como techo una bóveda de negros nubarrones.
Las casas de campo están sumamente cuidadas y arregladas,
poniendo una nota de color en este idílico paisaje.
Arjeplog es el primer pueblo importante en nuestra ruta y como
no, enclavado entre dos lagos. Un lugar apartado pero avanzado como corresponde
a este país.
En la oficina de Información Turística solicitamos rutas de senderismo, y siempre nos
proveen de variados folletos. A unos kilómetros al noroeste comienza la
ascensión al monte Ahkalis de 784 m.
Dicen que son las mejores vistas del norte de Suecia. A
nuestro alrededor, los lagos se entrelazan unos con otros, salpicados de islas
y tienes la impresión de estar viendo un archipiélago en el mar, más que unos
lagos entre montañas.
Históricamente este sistema de lagos proporcionaba un
importante medio de transporte, en invierno a través del hielo con los trineos
y en verano con las canoas por el agua.
Siempre que podemos abandonamos el negro asfalto para explorar
un poco hacia el interior de los bosques y los lagos más apartados, donde se
suele encontrar más fácilmente la fauna salvaje.
En estos lugares donde el aire es tan limpio, las aguas tan
claras y la naturaleza más salvaje, nos sentimos completamente dichosos de la
vida que hemos elegido vivir, acompañados por esta manada de renos que nos
observan con suspicacia en el límite del bosque.
El pequeño pueblo de Arvidsjaur nació como mercado de los
samis.
La primera iglesia se construyo en 1607 con la esperanza de
convertir a los samis al cristianismo.
Las leyes de asistencia a la iglesia, imponían a los nómadas
samis visitarla cada cierto tiempo, así que para facilitar su cumplimiento
construyeron pequeños refugios donde pudieran pasar la noche.
En la solitaria carretera nos encontramos a menudo con grupos
de renos pastando tranquilamente. De porte noble y altivo cuando están parados,
cuando se asustan y salen huyendo a la carrera se convierten en unos patosos
cuadrúpedos.
El territorio de los samis se encuentra al norte del círculo
polar ártico y se extiende sin fronteras a través de cuatro naciones, Rusia,
Noruega, Suecia y Finlandia. Ocupando una vasta área de montañas, bosques,
tundra y lagos.
Esta zona es un paraíso para la observación de aves. Estos
cisnes que llegaron en primavera pronto emprenderán de nuevo su largo camino
hacia las costas del Mediterráneo.
Jokkmokk, junto al lago Talvatis, es una importante población
en la cultura sami, no solo porque alberga el sensacional museo sami, sino
también porque acoge su enorme mercado anual.
El museo sami ofrece una exhaustiva introducción a esta
cultura.
Con indumentaria típica, artículos de plata, tambores mágicos
que usaban los chamanes hace 400 años……
De Jokkmokk tomamos
dirección sur y a unos 15 km. se encuentra el punto donde el círculo polar
ártico corta la carretera en 66º33’ Norte. Esa línea imaginaria marca la
frontera donde en el solsticio de verano no se pone el sol.
Los pequeños pueblos junto a las riberas de los ríos y los
lagos, con sus casas pintadas de colores, parecen sacados de un cuento.
Llegando a la costa, en el mar Báltico visitamos Gammelstad,
declarado Patrimonio Mundial por la Unesco ya que es el ejemplo más importante
del tradicional pueblo iglesia del norte de Escandinavia.
La iglesia de piedra se construyo en 1492 y alrededor de ella
surge este pueblo para que los habitantes de la zona pudieran venir a cumplir
con el precepto religioso.
A solo ocho kilómetros llegamos a Lulea, capital del norte de
Suecia. Es una bonita ciudad de 45 mil habitantes con numerosos parques,
asentada en una reluciente bahía junto al mar.
Se fundó en 1621 y su centro urbano tuvo que ser trasladado a
su ubicación actual debido al descenso del nivel del mar (9 mm. al año). Debido
a la elevación del terreno después de la última glaciación.
El día que pasamos por allí se celebraba un festival
gastronómico, con representación de varias naciones, entre ellas España. Los
platos fuertes eran la paella y chocolate con churros, aunque dudamos mucho de
la nacionalidad del propietario, pues hasta la bandera estaba al revés.
El otoño transforma el
paisaje vistiendo de oro y grana los
arboles.
Nuestro periplo por Suecia llega a su fin en la ciudad costera
y fronteriza de Haparanda. Aquí el gigante de los muebles IKEA relanzo la
economía de la población animando a otras empresas a invertir en el lugar. Hoy
es un destino de compras junto a la ciudad de Tornio en Finlandia separadas por
el rio Tornealven.
Mapas del recorrido.
Filopensamientos y otras cosas…………………….
El norte de Suecia es en realidad un destino salvaje dentro de
esta progresista y civilizada nación.
Su mitad septentrional es una región lo suficientemente
aislada como para perder de vista los autobuses repletos de turistas.
La población es escasa y en las carreteras hay mas renos que
coches, los verdes bosques ocupan gran parte del paisaje.
Es un paraíso para los amantes de la naturaleza, el
senderismo, el esquí y otras actividades al aire libre.
También en el norte viven los samis y varias localidades
disponen de museos que muestran el estilo de vida tradicional de este pueblo.
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