martes, 3 de mayo de 2016

Rumbo a China.


Estamos a mediados de marzo y regresamos a Laos después de nuestra estancia en España. El camión se encuentra en Vientián, en la empresa Land River Transport , allí le dedicamos unos días a su mantenimiento y puesta a punto para la nueva temporada que ya tenemos ganas de comenzar.




Salimos hacia el norte pues nuestro próximo destino es China. De esta zona de Laos ya conocemos hasta Luang Prabang, que lo hacemos sin detenernos en el camino.







A 25 kilómetros de Luang Prabang nos desviamos por una pista de tierra para visitar las cuevas de Pak Ou.







Pak Ou es un pequeño pueblo en la ribera del Mekong, donde alquilamos una canoa, para cruzar el rio y visitar las cuevas que están en la otra orilla.







Las cuevas no tienen mayor importancia geológica, pero son muy veneradas por los lugareños. Cientos de budas de distintos tamaños llenan la primera cueva.







Un pasillo en la pared de roca nos conduce a la segunda cueva.







La pequeña de aldea de casas de madera y paja, tiene un bonito enclave, suspendida sobre el rio Mekong. Ahora, en la temporada seca, hay una calima que hace de filtro protector apagando el sol.




Paseando por sus calles de tierra encontramos un antiguo templo en proceso de rehabilitación.




La pista de salida continúa paralela al rio Ou.










Unos kilómetros después accedemos de nuevo a la carretera. Las montañas dominan todo el norte de Laos y pequeños pueblos apartados del progreso, salpican la carretera.










Luang Namtha es la población más importante antes de llegar a la frontera y  hemos quedado para conocernos, en el Boat Landing Guesthouse, el grupo de viajeros con los que vamos a cruzar China.







Un agradable lugar, con unas bonitas cabañas en la rivera del rio Nam Tha.







Nos resulta extraño ver a las mujeres preparar las ardillas voladoras para la cena.




El 29 de marzo cruzamos la frontera de Laos. Los trámites aduaneros fueron muy rápidos y sin ningún problema.




Al otro lado, en la frontera China nos espera nuestro guía Toni. Es obligatorio llevar un guía que nos acompañe en todo nuestro recorrido por este país. Y Aunque la burocracia china es muy pesada, tuvimos suerte y resolvimos la entrada en poco tiempo.




Nada más entrar comprobamos el buen estado de las carreteras y la cantidad de trabajo que se está llevando a cabo para mejorarlas.







Para terminar los tramites de entrada, nos queda que pasar la ITV china del camión, que la tenemos que hacer en la ciudad de Mengla a 50 km. de la frontera.




Aquí comprueban sobretodo los frenos y las luces. Nos llevo toda la tarde  que nos dieran el visto bueno, pues tuvimos que pasar tres veces porque la máquina no daba por bueno el freno de mano.




La zona sur de China es muy montañosa y la carretera culebrea entre valles. Pensábamos que circular por aquí iba a ser penoso, pero nos encontramos con unas sorprendentes obras de ingeniería entre elevados puentes y larguísimos túneles.







Aunque esta zona es de las menos pobladas del país, los pueblos se suceden continuamente. La mayoría de ellos son de construcción moderna y sin atractivo, pero de vez en cuando aparecen algunos que todavía mantienen su estilo tradicional.







Nuestro primer objetivo son los campos de arroz de Yuanyang. Después de 590 km. llegamos a su moderna ciudad, también llamada Nansha.




Al caer la tarde, en un céntrico parque, los mayores se reúnen para hacer ejercicio con música, los más pequeños se divierten con luminosos coches eléctricos mientras en una gran pantalla se proyecta una antiquísima película americana con subtítulos en chino.




De la moderna ciudad, partimos hacia las montañas. 44 km. después llegamos a los pueblos cimeros, que son los únicos que sobresalen por encima de las nubes, a 1800 m. de altura.







Hasta aquí venimos atraídos por la fama de las centenarias terrazas de arroz que forman parte del patrimonio de la humanidad.










Es difícil no dejarse llevar por la pasión al describir estos bancales, labrados durante siglos por el pueblo Hani, en estas escarpadas montañas.







Los Hani son de origen tibetano, su vestimenta típica los difiere enormemente, sobre todo a las mujeres que llevan tocados de cuentas, plumas, monedas y anillos de plata.




En estas alejadas montañas, todavía podemos contemplar la China rural, donde perduran los molinos de harina impulsados por la fuerza del agua.







Tanto el amanecer como el atardecer convierten las terrazas en un espectáculo.







Mapas del recorrido.







Filopensamientos y otras cosas…………

Cerca de la frontera de China, conocimos a una atrevida y arriesgada pareja de viajeros, el alemán y ella sueca. Hace 20 años le diagnosticaron a él una enfermedad ocular, que según su oftalmólogo le llevaría sin remedio a una pronta ceguera, recomendándole reposo y tranquilidad en su casa.

Decidió que le quedaban muchas cosas por ver y que tenía que aprovechar el tiempo que le dejara su enfermedad.

Dejo su trabajo, vendió sus pertenencias y se hizo construir un camión con el que se lanzo a conocer el mundo.

Su ceguera fue progresando a lo largo de los años y ahora solo le queda  el 10% de visión en uno de sus ojos. Pero el nunca dejo de conducir, siempre lo ha hecho con las indicaciones de su mujer.

Ahora, con más de 70 años, vuelve hacia Europa a terminar su viaje, aunque sabe que allí ya no podrá conducir más.





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