lunes, 8 de septiembre de 2014

Tayikistán, montañas, ríos y lagos.


La añorada Samarcanda ha quedado en las tinieblas del pasado. Ahora rodamos por una recta carretera y en el horizonte se elevan majestuosas montañas coronadas de blanca nieve. La adrenalina fluye de nuevo y nos sentimos como pioneros exploradores adentrándonos en este nuevo y vasto mundo de roca y hielo, es la cordillera del Pamir,  el techo del mundo.




La entrada al país la realizamos sin ningún problema, los funcionarios fueron amables y simpáticos, teniendo que despachar con policía, sanidad y aduana, que nos cobraron 10 $, 10 $y 100 $ respectivamente.
A unos 60 km. de la frontera cruzamos de nuevo el rio Syr Darya, que nos ha acompañado a lo largo de Turkmenistán y Uzbekistán.




Las montañas ocupan el 93% del país y solo el restante 7% es apto para el cultivo.




Las carreteras están en buen estado, parece que su política es tener numerosos peajes donde se pagan pequeñas cantidades que oscilan entre 2 y 10 euros, para financiar el mantenimiento.




Como no puede ser de otra manera en este montañoso país, la carretera pronto se adentra por profundos valles.







Seguimos hacia el sur en el corazón de las Montañas Van, sus dimensiones colosales nos asustan, la carretera serpentea subiendo laderas de vértigo, con una inclinación que nos obliga a ir muy despacio en segunda. No queremos forzar la máquina.




Ahora descendemos casi hasta tocar las aguas lodosas y grises del rio Zerbasan y la conducción se relaja un poco.




Desde Taskent capital de Uzbekistán seguimos la carretera principal que la une con Dusambé, capital de Tayikistán. Unos 260 km. después de la frontera la dejamos para dirigirnos al lago Iskanderkul. (N 39º 11’ 17.8’’ E 68º 32’ 26.3’’)




Mal comienza la ruta, una señal avisa que la resistencia del puente es de 5 toneladas. Como nosotros pesamos 11, le preguntamos a los locales y nos dicen que no le hagamos caso. Difícil decisión. Al final con más miedo que vergüenza, cruzamos el puente.




La pista de tierra ahora camina paralela a las aguas azuladas del rio de montaña Iskander.




Un puerto de montaña con la pista rota a trozos por la lluvia y la nieve del último invierno nos conduce hasta el lago.







El lago glaciar Iskenderkul, con un espectacular color azul turquesa, está situado a 2220 m. de altitud.







Una estrecha pista lo bordea y establecemos nuestro campamento al otro lado, allí donde el rio vierte sus aguas al lago.




Aquí nos quedamos unos días recorriendo estas montañas, sus sendas nos conducen a bonitos parajes y nos sentimos un poco exploradores en estas lejanas tierras.







Dejamos el lago Iskenderkul y seguimos hacia Dusambé. Tenemos que subir el puerto de Anzob a 3372 m., la estrecha carretera a duras penas se abre paso en la muralla pétrea que se alza ante nosotros.




Antes de coronar nos encontramos ante la boca de un túnel, alegrándonos de no tener que seguir con la subida.




Pero nunca se es lo suficientemente viejo o se tiene la suficiente experiencia como para haberlo visto todo, este túnel nos sobrepasa. Es como si nos adentráramos por una negra mina de carbón, sin iluminación. Las paredes estrechas parecen rozar los costados del camión.




La circulación es intensa y vamos en caravana, en el interior se están realizando obras y en algunos pasos solo es posible el trafico en un sentido, pero nadie organiza esto. Los humos de los vehículos crean una niebla negra de monóxido de carbono irrespirable.




 De las paredes emana el agua y el suelo se convierte en un rio, donde los baches no se ven. Al mismo tiempo el hormigón del piso ha desaparecido dejando al descubierto el mallazo de hierro que nos provoca estupor si alguno de estos hierros nos causara un reventón y aunque solo son 6 km. el tiempo que pasamos dentro se hizo eterno.




Pero al salir a la luz y contemplar estas impresionantes vistas pronto nos hacen olvidar el temor pasado.







La carretera desciende hacia un valle buscando el camino abierto por un rio.







Dusambé se encuentra a 800 m. de altitud, en un valle donde convergen varios ríos. Con sus 600.000 habitantes es una pequeña y bonita capital de Asia  Central.




A ella llegan en vuelo desde España nuestras amigas Inés y Mercedes, que nos acompañaran en el tránsito por el Pamir.




También aquí es imprescindible conseguir el permiso para acceder a las montañas y como siempre en estas republicas, cuando tratamos con las autoridades nos encontramos con una enorme burocracia que solo se mueve con dinero y encima con malas caras. Sabemos que en algún consulado lo emiten gratis y aunque su precio son 35$ a nosotros nos costó 50$ con el soborno.




Como estos trámites nos costaron varios días pudimos conocer la ciudad. Nos gustaron especialmente los jardines que bordean el palacio presidencial.







Estamos a finales de junio y en la ciudad ya se nota el bochorno del verano, estamos deseando salir hacia las montañas.




Antes de abandonar la capital llenamos los 600 litros de los depósitos de gasoil y agua, en previsión a los 1300 km de alta montaña hasta la población de Osh en Kirguistán. . La información que tenemos es que el gasoil que vamos a encontrar es de mala calidad y escaso.
 La ruta este para acceder al Pamir está cortada,  ahora la que se utiliza es la que va rumbo sur y pasa por la ciudad de Kulob.




En este país, al contrario que su vecino Uzbekistán, quedan muy pocos vestigios del pasado. En nuestra ruta nos encontramos esta importante fortaleza que estaban reconstruyendo casi desde sus cimientos.







Pasados unos kilómetros nos damos cuenta que tenemos una pérdida de aire. Ha reventado una tubería al ir rozando en la trasmisión. Como llevamos todo lo necesario nos ponemos manos a la obra.




Siempre en el camino se encuentra buena genta dispuesta a echarte una mano. Nada más empezar la reparación llegaron unos mecánicos que al ver la avería nos regalaron un empalme.
Era medio día y a pleno sol hacía mucho calor. Dos niños nos observaban  cuando terminamos de recoger para continuar. Uno de ellos insistía en que esperáramos, pero como hablaba en tajik, no entendíamos porque. Cuando estábamos a punto de marcharnos, apareció el otro corriendo, que nos traía unos helados. No hubo manera ni de pagárselos ni de rechazárselos. Era la primera vez que nos pasaba algo así.




Poco después entrabamos en la ciudad de Kulob.




Las carreteras que hasta ahora habían sido bastante buenas, dejan de serlo y alternamos tramos de mal asfalto con otros de pista de tierra. Empezamos a subir hacia el Pamir.




La apicultura es una práctica muy extendida en estos países y el consumo de miel está muy generalizado.




En Kalaichum a 360 km. de Dusambé se encuentra la barrera donde comienza la ruta del Pamir. Aquí esperamos la llegada de nuestras amigas que se habían quedado en la ciudad para recoger los permisos ya que vienen en un todo terreno y su ritmo es mucho más rápido que nuestro camión.




Mapas del recorrido.








Filopensamientos y otras cosas……………….

Hay una raza de hombres inadaptados,

una raza que no puede quedarse quieta;

rompen los corazones de sus parientes y amigos,

mientras vagan por el mundo a su albedrio.

Recorren las llanuras, navegan sin rumbo en los ríos

y escalan las cumbres de las montañas.

Llevan en su interior el signo de la sangre gitana

y nunca aprenden a descansar.

Robert Service, “ Los hombres inadaptados”



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